Sé valiente y confía

Sé valiente y confía

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Hay una frase que recuerdo siempre y que un día tuiteó mi admirado Josh Bulriss.  Dice algo así como “hay personas que llegan a tu vida como una bendición y otras que llegan como una lección”. Adoro esa frase. Me hace pensar que a veces llegan a tu vida algunos momentos duros que pueden transformarse en buenas lecciones y por tanto en oportunidades. Me hace levantar del lodo y tener ganas de caminar, a pesar de que todo se tambalee, aunque se me hunda la vida y mire alrededor y sólo vea paredes blancas que se van acercando. Hay momentos en que seguir se hace cuesta arriba. Momentos en los que sabes que hay una moraleja que aprender, pero por más que buscas no la encuentras… Son bocados amargos que acaban siendo dulces al final, aunque parezca imposible, obstáculos necesarios, personas que llegan a tu vida para hacerte cambiar aunque sea porque te hacen daño, voluntaria o involuntariamente…

Siempre he pensado que a veces conocer a lobos con piel de cordero acaba siendo muy útil para madurar y superarse, para aprender. Y no hablo de aprender a no fiarse, porque eso nos hace perder la oportunidad de conocer a personas maravillosas más adelante. Hablo de aprender a sobrellevar que alguien en quien confías te decepcione o soportar que alguien a quién quieres no sienta el mismo cariño por ti. Levantarse una mañana y ver que has expuesto tu alma a otra persona, que le has dado tu amistad y ha jugado con ella. Descubrir que eras una marioneta… Salir de ese callejón de ridículo, decepción y dolor te obliga a crecer mucho. Al final, aprendemos igual de los lobos que de los corderos. Porque tanto de unos como de otros sacamos algo bueno, porque eso que es bueno ya estaba en nosotros y ellos vienen a alumbrarlo, a ayudarnos para que salga fuera y nos demos cuenta del valor que acumulamos. A menudo, los que se cruzan en nuestro camino y nos lo ponen difícil nos obligan a poner en marcha nuestro talento, nuestras aptitudes, algunas de las cuales permanecían ocultas.

Luego, los corderos se quedan y los lobos se van. A veces, incluso, sin querer, tu compasión y forma de querer acaba amansando a los lobos y les hace percatarse de que no pueden ir por la vida disfrazados y devorando la autoestima de los demás. Tú también les alumbras… Y si puedes, les perdonas y tu perdón les ayuda a crecer, si quieren. Entonces puedes ver que ellos también sufren y dejas que se queden… Porque tú para ellos eras un cordero necesario, una bendición. Al final, a unos y otros, les debemos dar las gracias por la gran aportación que hacen a nuestras vidas…

Porque… ¿Qué es una lección sino una bendición también?

Lo difícil es confiar después. Sobre todo porque igual que hay muchos lobos con piel de cordero, también hay muchos corderos que van disfrazados de lobo salvaje para ahorrarse volver a caer, volver abrirse al mundo y recibir un golpe.

Hay personas que no son lobos ni corderos. Están sentados al margen y siguen a la masa. Si toca pan, comen pan. Si tocar reír, se ríen sin haber entendido la gracia. No lloran para desahogarse sino para llamar la atención esperando que el mundo tenga misericordia y les haga el trabajo sucio y complicado porque les da pereza vivir y descubrirse a ellos mismos. Siguen la corriente aunque lleve al abismo, aunque al final de ella haya un precipicio o se vean obligados a traicionar sus valores. Tienen demasiado miedo a mostrarse cómo son, a ser distintos, a decir en voz alta qué piensan y llevar la contraria. Van por la vida tomando prestadas ideas, moralejas y sueños ajenos. No es porque no tengan los suyos propios, es porque les asusta conocerlos y admitirlos, porque les fatiga luchar por ellos y les avergüenza darlos a conocer. Se sientan en entre la muchedumbre y esperan a que otros digan qué quieren y se convencen de que ellos desean lo mismo. No tienen valor ni ganas de adquirirlo. Se acaban cruzando contigo y haciéndote creer que eres tú el absurdo por querer algo distinto y mostrar lo que sientes…

No caigas, no renuncies a ti mismo. No seas arrollado por un batallón mediocre que no busca más que convertir al mundo en un reducto gris y uniforme porque ellos no quieren destacar.

Si consigues que no se te lleven y no acabas haciendo cola para sumergirte en su maraña, habrás superado un obstáculo más.Y sigue confiando en las personas, sobre todo, en ti mismo.

Tú también puedes ser una lección para ti mismo. De hecho, la mayoría de respuestas a las grandes preguntas no tienen una solución correcta o incorrecta, tienen tú solución. Tú eres quién decide si araña o acaricia. Si dice sí o no. Si ama y perdona o guarda metida la traición en un hueco de tu alma. Eres tú quién sabe cuándo hace bien o mal, según tus valores. Tú decides si sacas una lección de todos los muros que saltas o si te quedas sentado lamentándote. Eres tú quién reconoce si vive la vida que quiere o la que quieren los demás. Eres tú quién escoge si se disfraza o se muestra tal como es ante el mundo y es capaz de defender lo que cree hasta el final… Eres tú quién decide si brilla o se esconde y apaga para no destacar. Tú decides si confías… Sé valiente y confía.

 

El último día

El último día

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Que sepamos agotar la vida hasta la última brizna, hasta el último aliento que deje nuestro cuerpo cansado de batallar y existir. De amar sin preguntar, sin pedir, sin esperar.

Seamos voraces. Que la noche nos pille sin haber decidido aún si somos bestias, pero satisfechos y exhaustos. Que se nos acaben antes las fuerzas que las ganas y el miedo que nos contrae nos deje sueltos para dar abrazos y erguir la espalda para recibir honores justos. Seamos dignos.

Que caminemos sin saber a dónde porque ya sabemos cómo, porque tenemos un sentido y un reto que contar en la punta de la lengua. Que el deseo se acurruque en nuestras entrañas y no deje nunca de morar en ellas para tenernos inquietos y espabilados. Que no importe qué sino cómo y por qué… Porque lo que nos mueva no sea destino sino el paso, el camino, la mirada compartida mientras este viento que arranca conciencias nos sacude ahora las sienes y nos recuerda que el otoño se acerca. Que amemos al otoño como retozamos en la primavera y jaleamos al verano… Que seamos libres, tan libres como nos deje nuestra mente y nos permita la conciencia.

Seamos sublimes. Que el sueño nos alcance la nuca, nos bese tras las orejas y caigamos hechos un ovillo de caricias y de recuerdos aún por engendrar… Llenos de grandes certezas sobre credos inventados, de alegrías por llegar e historias felices que aún tengan que escribirse en mundos que aún no existan pero que podamos soñar sin apenas cerrar los ojos. Y al despertar, que tengamos la risa floja y la mandíbula suelta y ávida de carcajadas sin medida y besos consistentes, de esos que largo rato después de recibirlos aún dejan calor en los labios.

Que el último día nada nos llegue rancio por desuso, que hayamos bebido de todas las copas y surcado todas las gotas de agua que nos quepan en la memoria. Que no haya pedazo de tierra sin pisar o soñar, ni remedio que no hayamos probado contra el desamor y la amargura. Que nadie nos pueda escuchar una mala palabra o un reproche… Seamos justos.

Seamos consistentes. Que los pies estén agotados de baile y los brazos rotos de abrazos. Que los ojos miren aunque ya no vean y los labios busquen beso. Que nos sepamos todas las palabras de todos los libros y todas las melodías que seamos capaces de recordar.

Seamos valientes. Que no nos queden espinas clavadas por lo que podría haber pasado si nos hubiéramos atrevido, que prefiramos acumular fracasos a quedarnos con asignaturas pendientes… Corramos todos los riesgos y caigamos en todas las trampas. Que no nos quede mirada por cruzar ni rostro que escrutar buscando verdades necesarias. Seamos felices… Que nuestro último baile sea el más dulce y frenético, el más sincero. Que se nos rompan las esquinas y las fronteras, que se abran nuestras puertas más cerradas y al aire más puro sondee en nuestros rincones más ocultos.

Seamos eternos. Que nos busquen y ya no nos encuentren porque no quede nada más de nosotros que bruma en el aire y unas huellas en la arena. Seamos mar y que nuestro legado sea la risa y nuestra prenda todo el amor que hayamos dado.

 

Condiciones de uso para la vida real

Condiciones de uso para la vida real

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Sueña mucho y espera poco. Al menos, no condiciones tu alegría y estado de ánimo al resultado. Disfruta del sueño, paladéalo. Por más que lo intentes, hay personas que tal vez no te verán nunca, porque lo que te hace grande es invisible a sus ojos.

Inténtalo si crees que valen la pena, hasta que la dignidad te lo permita o la ilusión por conseguirlo sea mayor que la decepción.

Ilusiónate sin límites pero no pierdas de vista el suelo. Mantén las raíces en la tierra y alarga tus ramas. Por más que grites habrá quien nunca te escuche, porque lo que dices no les parece importante. Las verdades no necesitan decirse más alto sino más claro y, a veces, sólo hace falta susurrarlas. Hay personas que parecen inmunes a las palabras, al menos a las tuyas. Diles lo que necesitas contarles, aunque no escuchen. A veces hay que hacer cosas que ya sabes que no surtiran efecto, sencillamente por ti, no por ellos.

Piensa, pero siente. Eres el cúmulo de todas las emociones que arañan tu alma y todo lo que haces para sobrellevarlas. Hay pedazos de mundo que tal vez no pises y caminos que no tomarás. Hay gotas de lluvia que no podrán mojarte y olas que no llegarán a tus pies. No puedes hacerlo todo, controlarlo todo, saberlo todo, notarlo todo… Aunque puedes intentarlo mientras la obsesión no se te coma la razón y la frustración no caduque tus sueños.

Sigue, aunque estés cansado y no te notes los pies ni sepas qué expresión hay ya en tu cara… Harás esfuerzos que nunca llegarán a compensarte. Amarás en balde porque no recibirás la misma cantidad ni calidad de amor. Algunas personas son para ti una meta y tú para ellos sólo un peldaño más de una escalera repleta de peldaños que ni siquiera han decidido si quieren subir. Para algunos serás una oruga y para otros una mariposa… Aunque tú eres tú, siempre. Y lo que eres no depende de cómo ellos te vean si no de cómo seas capaz de verte tú. De lo que pienses que eres, de lo que decidas que eres, de lo que sueñes ser… Habrá quién te quiera mucho y no sepas corresponderle. Habrá quién dedique parte de su vida a ponerte la zancadilla. Habrá quién camine a tu lado sin pedir nada. Habrá quién desearías que te pidiera algo y tal no lo haga nunca.

Confía, aunque la decepción se te coma el sueño. Si no confías por temor a perder, ya pierdes. Si cierras la puerta al lobo, no verás pasar al cordero… Puede que alguno no se alegre de tus risas y  comparta tus penas no por acompañarte sino porque necesita saber que sufres. Habrá también quién te de más de lo que imaginas… Quién te de más de lo que su ego le permita y puede que incluso así no sea suficiente. Hay mil formas de amar y mil formas de demostrarlo, algunas duelen y se clavan. Algunas condicionan, algunas arañan… Hay formas de amar que caducan y perecen. Hay formas de amar que te hacen volar.

Ama, es un sano ejercicio que te aleja del egoísmo y te expande el pecho. Aunque los zarpazos sean enormes y algunos amores no sean sanos. El que ama nunca se equivoca… El amor no se pierde. Querer nunca te debe hacer sentir indigno… Alguno no dormirá si no duermes y otro se meterá en tus sueños y no los abandonará por más que supliques. Tendrás que sacarle a rastras con la peor de tus muecas y decirle que si desea volver tendrá que acatar unas normas. A veces tendrás que recordar a otros que tu vida es tuya, por si casualmente creyeron que les pertenecías.

Recuerda, pero mira hacia adelante. Hay palabras que olvidarás y otras que quedarán esculpidas en tu cabeza hasta que te abandone la memoria y, aún así, al oírlas, tu cuerpo se estremecerá.

Hay situaciones en la vida que nunca se borran, para bien o para mal… Eso nunca se sabe. A veces lo más grande se esconde en un lugar diminuto y oculto y lo que está a la vista y brilla mucho no vale nada.

Algunos años de tu vida te parecerán perdidos y algunos segundos quedarán pegados a tu eternidad. Tendrás que darte prisa, los días pasan, los sueños corren, los miedos crecen si les das de comer retrasando el momento de vivir.

De quien nada esperas recibirás un abrazo, donde nada buscas, encontrarás consuelo. A veces, confiarás y acertarás y otras tendrás que bajar a algunos de tus dioses del pedestal.

Algunas noches serán brillantes, algunos días serán oscuros.

Arriesga.Tendrás miedo, pero eso no es lo que importa, lo que importa es que sigas adelante a pesar de notar que habla al oído y te pide que te detengas.

A veces te equivocarás tanto que perderás el norte. Otras veces, acertarás sin darte cuenta y te sentirás perdido.

Serás perdonado sin merecerlo. Serás indultado sin saber por qué. Esperás una gloria que no llega y recibirás el castigo que iba para otros… Aprenderás de todo ello y serás mejor que antes. No siempre sabrás por qué.

Sé fiel a tus valores. Sé feliz con poco y aspira a mucho. En ocasiones será que no, porque no o será que sí, sin motivo aparente… Aunque debes luchar igual porque nunca sabes si falta un siglo para encontrar lo que buscas o si está a la vuelta de la esquina, pero sobre todo, debes luchar porque mientras haces el camino, te conviertes en alguien más sabio. Porque a veces no encuentras la moraleja en cada historia que vives y te desesperas al pensar que sufres sin sentido. Y, sin darte cuenta, esa moraleja eres tú. No compitas con nadie, porque nadie es mejor ni peor. Compite contigo y supérate sin castigarte. Quiérete mucho, eso te permitirá salir airoso de todo lo anterior y evolucionar sin perder la esencia.

Todo sobre Maite

Todo sobre Maite

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Voy a hablaros de Maite. Se me presentó esta tarde en el tren. Un trayecto largo, un vagón repleto de personas de pie, sin aire acondicionado, algunas caras largas, algunas mentes estrechas.

Maite me cedió un pequeño espacio para sujetarme y no caer. Sin apenas darme cuenta empezó a hablarme. Con prudencia, con recelo, con inquietud pero con ganas, aún no sé por qué. ¿Soledad? ¿necesidad de conversación? ¿necesidad de aprobación? El caso es que ella me preguntó a qué me dedicaba y yo le respondí que era periodista. “Yo limpio en una casa, dijo, no servía para estudiar, nací con algunas deficiencias y no soy muy inteligente” me cuenta Maite.

Ahora llega ese momento en el que os pido que no os dejéis llevar por prejuicios, que no sintáis pena por Maite, en absoluto. Maite es una luchadora y cuando termine estas líneas, sentiréis envidia de la sana, orgullo e incluso cariño por ella. Maite limpia y, según me explica, lo hace muy bien y es muy responsable porque quiere ser digna de la confianza que la señora que le ofrece el trabajo ha depositado en ella.

Vive con su hermano y su madre. No ha sido fácil eso de no ser “normal” dice ella, “este mundo ya es complicado para alguien como usted, imagine para alguien como yo”. Parece que se excusa por ser “distinta” y le pido que no lo haga, le digo que nadie es perfecto y que hay muchas formas de ser inteligente. Me dice que claro “que ella tiene la inteligencia del esfuerzo del día a día y que tiene el don de conocer a las personas con verlas”. Que nada más verme sabía que sabría escucharla, porque hablar conmigo es fácil. Eso me hace pensar, debe de ser cierto porque me habla mucha gente y me cuenta sus cosas. Maite me pregunta por tercera vez si me molesta y le digo que no, claro que no. Ante nosotras, una joven que nos mira y seguramente piensa lo que muchos estarían pensando, que la situación es rara, que Maite es friki y yo también por escucharla. Que ella se la sacaría de encima rápido…

Maite me mira fijamente y me dice sueña con llegar a ser cocinera y, sin conocerme, me pregunta qué me parece. Le digo que me parece genial, que a mí también me gusta mucho la cocina, que se basa mucho en la intuición. Ella me dice que es muy intuitiva y que eso es “otra forma de ser inteligente”. Le digo que es esa inteligencia que no se aprende, se pone en práctica sin saber por qué ni cómo, que viene de dentro y que tenemos todos por desarrollar si queremos. “Una inteligencia que viene de corazón ¿verdad?” me pregunta.

Justamente eso, le digo yo. Y me dice que antes se sentía mal consigo misma, que no soportaba no ser “normal” pero que ahora se ha dado cuenta que si se lo propone consigue cosas que las personas “normales” no pueden. Ella tiene mucha fuerza, testarudez, empeño… “Soy muy constante, eso forma parte de mi deficiencia y de mis ganas de superarla”.

Se ha dado cuenta poco a poco, con la ayuda de profesionales, que a veces tiene que esforzarse tanto para algunas cosas que se pasa de vueltas y consigue el doble. Que corre mucho, camina mucho, limpia mucho, lee mucho, conoce más gente porque antes se quedaba callada para no molestar y sabe que debe esforzarse más que ellos… “Como a usted señorita, en este tren ¿ha visto cómo me he atrevido a pesar de ser usted una periodista y yo una persona que limpia?”

No sé qué decirle a Maite, me deja sin palabras. La lección me la está dando ella a mí y tengo la sensación de que no lo sabe. Ignora el gran valor de sus palabras y su testimonio. Ignora el entusiasmo que irradia y la extraña sabiduría que subyace en lo que cuenta.

Ella sigue. Antes le importaba que alguna gente se riera de ella porque no era como los demás. Se daba cuenta de que se reían aunque no les decía nada… Ahora le da igual, se siente bien consigo misma porque ha descubierto que puede hacer mucho si se lo propone.

Yo le digo que no piense en los demás, que los que se ríen tienen mucho miedo de ser ellos mismos y lo esconden tras sus carcajadas. Que todos somos distintos. Que no importa el punto de partida y a veces ni siquiera el de llegada, sólo el trayecto. Que la normalidad es una estupidez. Que lo que cuenta es vivir a conciencia e intentar lo que deseas, vivir cómo tú quieres y no cómo los demás creen que debes vivir… Que espero que se convierta en cocinera, que puede, se le nota.

Maite sonríe. Sonríe en un vagón repleto de caras agrias y cansadas. Se lo digo… “Ves Maite, todos parecen amargados y tú eres feliz, eso es lo que cuenta. La felicidad se construye”.

Me da las gracias… Se las tendría que dar yo. Nos despedimos.

Se apea tres estaciones antes que yo y la veo alejarse por el andén.

El tren sigue. El asco y la “normalidad” más anodina y la falta de entusiasmo se palpan en el aire viciado… La joven que nos miraba pensando que éramos frikis tampoco está. No veo en ningún otro rincón del vagón una cara alegre como la de Maite. 

¿Quién quiere ser normal?

A ti Maite, gracias.

 

Extenso inventario de posibilidades

 

No soy el sueño y soy la vigilia. La eterna oruga que metamorfosea y está a punto siempre de ser mariposa. El candado abierto de tu armario secreto. La espiga que colocan en los ramos de flores y que nadie ve. El botón de la camisa que dejas sin abrochar, el mechón de cabello que cae sobre la frente y la baldosa que salta cuando pisas firme.

Soy la tortuga, nunca la liebre. La pared maestra que todo lo sujeta, no el tejado. La ladera por la que se sube a la montaña, no la cima.

Soy el camino que lleva a casa, el aire que agita las ramas de los árboles, el meandro de un río largo, la concha del cangrejo ermitaño. Soy la tarde que se acaba esperando una llamada que no llega.

Soy cada uno de los troncos que arden en la lumbre y el cúmulo de hojas secas que se acumulan ante tu puerta en otoño. Soy su picaporte cansado y la silla que espera a que te sientes. Soy el grillo que canta, el viento que golpea las ventanas, el amarillo del sol y el gris plata de un cielo que está a punto de caer sobre tu cabeza y dejar que la lluvia nos aclare las ideas.

Soy el mar más bravo y la roca más quieta. El olvido más deseado y el recuerdo más vivo e insistente. Soy la esquina y la plaza desierta con cinco palomas que miran con sus ojos inquietos a dos ancianos que repasan sus vidas. Soy el letrero de “Se busca” y un par de zapatos rojos esperando que te los pongas para ir de caza. Soy el olor a canela en la cocina y el beso inesperado en el parque.

Una de esas flores malvas que nadie sabe como se llaman y que acaban invadiendo a las margaritas en los márgenes de los caminos. Una de esas hierbas silvestres que cubren la tierra de verde y dan color al paisaje.

Todas las motas de polvo y partículas en suspensión de tu aire. Todos los sueños viejos que sacas a paseo cuando te sientes acorralado y haces inventario de quejas y lamentos. Todas las horas tontas de cansancio cuando no suportas habitar tu vida y el miedo te sacude las entrañas. Las sacudidas y los golpes que moran en tus sienes. Las caricias acumuladas en el deseo que nunca materializas…

Soy el paso lento y el trote. Soy más el pañuelo que el llanto, la risa que la anécdota, el rocío que la lluvia… Soy el bálsamo que aturde y calma un rato, el lecho cóncavo donde refugiarse de las miradas extrañas. El abrazo conocido y cálido, la brecha en la que colocar el amarre para no caer al vacío cuando te das cuenta de que te has quedado solo…

Soy el canto de río y el campo de heno. El día perdido buscando una excusa, la palabra que no encuentras pero que casi pronuncias… Ese pensamiento que necesitas, esa decisión que quieres tomar y no te atreves. Todas la veces que pensabas que serías capaz pero que al final se quedaron en intenciones.

Soy los cimientos que sujetan la torre más alta, la raíces que sueñan ser ramas, la noche que anhela ser madrugada, la boca que desea ser beso y busca a tientas otra boca…

Soy cada una de esas infinitas posibilidades de tu vida…

Soy la hormiga, no la cigarra. Aunque envidie su mente despreocupada y su descanso inconsciente. Soy la cáscara y no el huevo, la tela y no la araña. La cebra que busca al león y el río que busca al mar. El agujero en el muro por el que se filtran secretos y mensajes, la calle que lleva al bar donde todos comparten mesa. El espejo en el que al mirar puedes contemplarte el alma y la conciencia, el sombrero que agiliza las ideas y el paraguas que atrae la lluvia.

Soy la tortuga que siempre sigue en la carrera a pesar de que la liebre parece que gana. La oruga que mantiene la esperanza y cada día se busca las alas. Soy las alas…