La medida de tus sueños

La medida de tus sueños

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A veces no te acuerdas, pero tu vida es tuya.

Tú decides. Tú eres quién escoge si va o si viene. Tú eres quién apuesta por pasarse o quedarse corto.

A menudo, nos dejamos llevar por nuestras emociones antes de explorarlas y sentirlas. Antes de saber qué significan y por qué llegan a nosotros en ese momento preciso. Nos preocupamos por cerrar puertas antes de que se abran. Nos agitamos porque nos insultan personas que ni siquiera nos conocen.

No importa que te digan que no sirves o que sobras, porque ellos no deciden quién eres. No saben qué puedes llegar a conseguir ni qué se mueve en tus entrañas… No saben qué te hace feliz.

A menudo, cedemos a chantajes antes de que se nos planteen. Hacemos de centinelas vigilando fortalezas que tal vez nunca nadie asalte. Nuestros miedos nos asedian y derriban. Se nos comen las alegrías y empañan nuestras experiencias. Nos atan, nos enjaulan, nos impiden nadar más allá de la orilla.

No importa que otros te cierren la puerta o se rían en tu cara, porque tú llevas el timón de tus emociones y puedes educarte para gestionarlas y aprender de ellas. ¿Qué valor tienen sus opiniones para ti si su modelo de vida dista tanto del tuyo?

No importa que te aparten, ellos no deciden tus pasos ni vetan tus sueños. No importa que te vean diferente… Eres diferente, por suerte.

A menudo, nos soltamos después de aguantar mucha rabia, abrimos compuertas y sacamos toda zozobra acumulada. Teñimos de negro nuestras miradas, afilamos nuestras lenguas para clavarnos en algunas yugulares… ¿De verdad queremos rebajarnos a su altura? Entramos en su marasmo de gritos, en esa masa amorfa repleta de reproches y movimientos en círculo… Un amasijo de negatividad y falta de empatía. Nos convertimos en caballos desbocados. Nos disfrazamos de tiburones pensando que así podremos nadar entre ellos y conseguir que nos acepten…

No importa que te castiguen con indiferencia, porque no soportan sus existencias vacías y no sepan soportar sus horas más lúgubres. Ellos no te poseen. Ellos no dictan tus normas. No tienen más capacidad para oprimirte que la capacidad que tú les concedes. Nadie manda en tu vida más allá de lo que tú le permites que mande.

¿Qué más da que te cerquen e intenten controlar tus palabras? Tú controlas tus pensamientos y mueves tus labios. Tú seleccionas a qué le da vueltas tu cabeza y en qué focalizas tus energías. No le concedas el privilegio de que ellos  y sus ideas estén entre tus prioridades…

¿Por qué dejar que nos cambien si no es para mejorar?¿Por qué permitir que nos contagien su apatía y su reducida forma de ver la vida?

¿De verdad es tan importante que  los que no tienen retos valoren tus retos? ¿por qué necesitas que pongan límites a tu realidad si su realidad es tan reducida? No perdamos tiempo pensando qué piensan. No perdamos tiempo intentando entender por qué son como son. No les juzguemos ni valoremos…

No importa si ladran, tú escoges lo que escuchas.

No importa si te miran con ojos inquisidores, sus pupilas no te arañan si no les dejas. Que no te digan qué debes soñar aunque se mofen de tus ilusiones.

No importa si no te consideran a su altura, ellos no tienen criterio para medirte y tasarte. Porque tu valor va más allá de un número o una apariencia. Porque no miden lo que nos pasa en la vida de la misma forma que tú… No lloran por lo que tú lloras, no ríen por lo que tú ríes. No son felices con las cosas que a ti te hacen feliz… Siendo así, casi mejor que no te admiren, que no te aprecien, que no te digan lo bueno que eres si su forma de ver la bondad te hastía.

Si sabes lo que vales, ¿qué más da si ellos te infravaloran y menosprecian?

¿Por qué abrir la puerta a sus pensamientos en tu cabeza? ¿por qué dejar que sus valores desplacen a tus valores? ¿por qué dejar que sus críticas entren en tus resortes? ¿Qué más da que piensen que no tienes talento si sus parámetros para valorarlo no son como los tuyos?

No importa que te recorten, sólo tú te recortas cuando dejas que sus palabras te hieran. No te dejes llevar por sus miedos. No lleves las etiquetas que ellos han decidido colgarte… No te abandones a sus prejuicios.

No importa que digan que no, si tú sabes que sí y luchas hasta conseguirlo.

No importa que no te entiendan cuando les digas que no te importa lo que piensan. Tú eres quién escoge la medida de tus sueños. No les des el poder de escoger por ti…

 

No hay amor tan grande…

No hay amor tan grande…

ÁRBOL CORAZÓN

El verdadero amor es el que ama lo que eres y quiere para ti lo que tú quieres. El que hace que te quieras a ti mismo. El amor más intenso no es aquel que durante su ausencia te deja frío, sino el que te permite sentir aún su calor cuando no está presente. No es un amor sometido sino independiente. No es un amor absorbente sino elástico.

No dura siempre, sencillamente parece que te haya acompañado toda tu vida…

No hay amor tan grande como el que propicia tus sueños y tus pasiones…

El amor sincero te deja escoger y sentir. No busca resultados sino encuentros. No se mide por meses sino por momentos.

El amor grande no idealiza, realiza. No te deja con hambre sino con sueño. No contamina tu vida, la comparte. No acelera tus pasos sino tu pulso. No rinde cuentas, cuenta ilusiones y dibuja sueños.

No hay amor tan grande como el que te acaricia el alma… Como el que se ilusiona con lo que te ilusionas.

El mejor amor es el que te permite cultivar tu soledad. El que te deja rincones perdidos y ventanas que abrir para que pase el aire y no pierdas el ritmo. El mejor amor es el que inspira a subir las montañas más altas sin reparar en el esfuerzo.

El amor sano no cierra, abre. No esconde, muestra. No ata, libera. No responde, pregunta.

No dice siempre que sí.

No dice siempre que no.

No espera que bailes si no quieres baile, no espera que te reces, si tú no rezas.

No hay amor tan grande como el que suelta las correas que llevabas atadas…

El amor sano no se encoge, se expande. No se contiene, se derrama. El amor más sano es el que te mejora y te potencia. El que nunca te mira esperando que calles, el que nunca te mira esperando que desaparezcas.

No hay amor tan grande como el que comparte tus rarezas… El que encuentra belleza en tu rostro cansado y te desea. El que te recuerda quién eres cuando tú no lo recuerdas.

No hay amor tan grande como el que no es ciego porque se da cuenta de tus errores, pero los comprende y respeta… No hay amor tan grande como el que te conoce las flaquezas y te ayuda a superarlas, sin reprenderte por ellas. El que no busca en ti lo que no tienes, el que no espera que llegues donde no llega. El que no desea que vivas una vida que no quieres y que él no es capaz de sobrellevar.

El amor puro es el que no pide, da. No reclama, siente… No reprocha, transpira. No grita, habla, explica, dialoga… El amor puro consiente no ser tu amor primero, ni el segundo, ni el más grande.

No hay amor tan grande como el que no termina, tan sólo se transforma…

El amor más fuerte es el que cede. El que si hace falta, se aparta. El que se apasiona, pero no hostiga. El que abraza, pero no atenaza.

El amor más fuerte es el que más se adapta sin perder su forma, el que más se dilata sin perder su esencia… El que sabe a dónde va, pero permite que otros le muestren parte del camino o le inviten a detenerse y notar la vida.

No hay amor tan grande como el que te mueve y conmueve, como el que haces que brilles …

El amor más sereno sosiega, acaricia, redime.

El amor más profundo envuelve pero afloja. Cobija, refugia, ampara. Nunca te suelta si caes, nunca te sujeta si necesitas marcharte. Si quieres cielo, te da cielo. Si quieres baile, va contigo y baila. Si persigues un sueño lo alienta, si tienes miedo lo apacigua y calma.

No hay amor tan grande como el que crece contigo.

No hay amor tan grande como el que te hace grande…

Manifiesto

Manifiesto

Agua by Samuel Scrimsha

Foto : Agua by Samuel Scrimsha

Prometo llevar la contraria siempre que sea necesario.

Prometo decir no, cuando crea que no puedo quedarme quieta ante una injusticia o asumir una conducta que no me define. Prometo decir sí, cuando nadie lo diga…

Prometo un poco de selva verde en un pedazo de asfalto gris y un universo entero contenido en una mirada.

Prometo presentar batalla con mis palabras y la humildad de mis gestos. No achicarme ante las sombras ni esconderme entre mis pliegues ante los problemas cotidianos.

Prometo no contenerme. Vaciarme, expandirme, inundar lo que amo y envolverme de cielo…

Prometo mar y olas y arena tibia bajo los pies en mil tardes de verano… Prometo lumbre para el invierno y castillos ocres de hojas secas en los otoños más melancólicos. Prometo fuego en el inviero más  largo y severo.

Prometo dejarme llevar por la música y amansar a la fiera que me habita. Prometo sacar a la bestia apasionada que duerme en mí para comerme la vida… Prometo intensidad y efervescencia.

Prometo risa y buena locura controlada. Prometo irreverencia  para decir lo que tengo que decir y llegar hasta donde me dicte la conciencia. Prometo pasarme y no quedarme corta.

Prometo dudas e inquietudes…

Prometo silencio y prometo palabras.

Prometo quedar agotada intentando conseguir mis metas. Quedar exhausta y tan solo parar para tomar aliento y no perderme los rostros de las personas que están a mi lado y que me acompañan.

Prometo cariño aunque está cansada. Prometo aguantar noches en vela dando la mano y tardes de conversación sin tregua.

Prometo esfuerzo y voluntad de hierro, de ese hierro candente que también se doblega y adapta.

Prometo abrigo cuando se cuele el invierno en el alma y viento fresco cuando el aire se corrompa y el agua esté estancada.

Prometo trabajar mi carácter irascible y mi mente agitada. Buscar la calma que apacigüe mi impaciencia y sosegar mi conducta impertinente. Prometo abandonar al centinela que llevo dentro y que controla que no me desborde ni me suelte…

Prometo sentirme libre cuando me aten.

Prometo no atarme a nada más que mi cordura y mi conciencia.

Prometo dejar de tender al sol mis reproches y lamentos,  dejar de doblarme cuando según qué ojos me miran y de agachar la conciencia si me soslayan por las esquinas para ignorar mis pupilas deseosas.

Prometo no esquivar…

Prometo paciencia, aunque se me haga una montaña abrupta. Prometo seguir ilusionándome, aunque tenga que aprender a no esperar nada.

Prometo toda la imprudencia y osadía necesarias para fabricar mundos y desdeñar existencias sin substancia.

Prometo ser un incordio, si hace falta hasta el último día, ante aquellos que le buscan atajos a la decencia o le ponen riendas a la libertad.

Prometo volver locos a los que sólo critican, ignorando sus miradas de asco y prestar atención a los que miran con ojos bondadosos… Prometo contar historias con protagonistas asequibles y cuentos con finales sin perdices.

Prometo llegar al último día dispuesta y con cara de guasa.

Prometo mucha ironía fina y sinceridad descontrolada… Seguiré sin poner puertas a mi campo de flores rojas y sin quitar las espinas de mi lengua avispada e irreverente.

Prometo humildad y firmeza.

Prometo alegría y esperanza.

Prometo abrazos y algún corte de mangas… Sábanas limpias, ventanas abiertas y versos sin rimas forzadas.

Prometo valor y perseverancia. Prometo no olvidar quién soy, ni vender mis principios en los mercados o dejar caer mis valores en las charcas.

Prometo quedarme prendida en un rama antes de caer al vacío y ser la roca que deja que las olas la esculpan con la marea más brava.

Prometo ser también la marea y la rama.

Lo que les pasa a las alcachofas

Lo que les pasa a las alcachofas

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La forma es muchas veces tanto o más importante que el contenido. Suena mal, lo sé. No me refiero a que la belleza exterior sea más importante que la interior y que puestos a escoger entre el envoltorio o el caramelo, vayamos a quedarnos con el papel brillante… Eso nunca, no se trata de deslumbrarse y perder el norte. Lo que quiero decir es que si algo es bueno debe darse a conocer. Que una buena idea mal explicada se convierte en mala idea, que muchas veces un grito o una mala cara borra toda una tarde de caricias y que ser maravilloso por dentro sin mostrarse al mundo no permite que el mundo te conozca y pueda compartir lo bueno que puedes ofrecer.

Curiosamente, por ahí danzan muchas personas que han hecho de vender una buena forma un modo de vida. Algunas no tienen fondo y otras, por suerte, sí. Las que verdaderamente triunfan (cada uno defina triunfo como quiera pero para mí es saber que has hecho todo lo posible para conseguir ser quién deseas y sentirte bien contigo mismo) son aquellas que han conseguido transmitir la belleza que tienen en su interior. Aquellas que han puesto a servicio de los demás su conocimiento y su talento. Las que han encontrado el equilibrio y se han sacado de encima todas las capas de dolor que les impedían deslumbrar… Las que se han dado cuenta de que si esconden su luz, se les acaba apagando y al final, no les queda nada.

Hay personas hermosas y personas que hermosean la vida de los demás. Personas que no temen exponer sus debilidades y sus fortalezas al mundo, personas que no temen ser vulnerables y que se han dado cuenta de que la única forma de llegar a los demás es mostrarse tal y como son. En un escenario tan competitivo como el que tenemos ante nosotros, los que queremos vivir acorde con nuestros sueños, tenemos que apurar las formas y encontrar el modo de darnos a conocer. Hacer que el mundo sepa qué buscamos, qué queremos, quiénes somos y sobre todo, qué le podemos ofrecer.

Somos nuestro escaparate. Lo son nuestros tuits, nuestra forma de enfrentarnos a los problemas y la manera de peinarnos… No solo nuestro modo de andar sino el camino que escogemos… Somos la forma en que tratamos a otros y el ejemplo que damos, lo que subrayamos en los libros y lo que leemos, la gente a la que seguimos… Somos los gestos que usamos cuando alguien nos pregunta por qué nos debería contratar y aquello en lo que focalizamos nuestro interés. Todo lo que hacemos para proyectar nuestra forma de ver la vida y que va formando un equipaje que arrastramos y que debería siempre ser más llevadero de lo que es a veces y, sobre todo, muy honesto. La forma adecuada siempre es la sincera, sin fórmulas copiadas ni artificios. Sin arrastrar nuestros valores ni perder la esencia, sin dejar de tener presente qué nos mueve y nos motiva.

En este contexto, tener un gran talento y ocultarlo esperando el momento adecuado es un lujo que no nos podemos permitir. Como ser una alcachofa de corazón tierno y jugoso, esperando a que otro nos saque de encima todas la hojas y acabe encontrando lo que vale la pena… Esperando el momento idóneo de maduración y soñando con que alguien se decida a encontrar nuestro valor. Nadie hace cola para encontrarnos porque nadie sabe lo que podemos llegar a ofrecerle.

Demasiado tiempo perdido, demasiado sueño malgastado esperando el momento perfecto… Demasiado riesgo inútil apostando a que sean otros quiénes decidan explorar nuestro interior. Sobre todo porque la alcachofa se pone oscura y se pudre y nuestro potencial se ahoga bajo tanta capa de protección. Un talento oculto es un talento inexistente, una promesa de humo, un sueño vacío que se esfuma…

Aunque no sea fácil, hay que sacarse uno mismo las capas de rutina, miedo y sentido del ridículo absurdo que esconden lo que nos hace distintos y especiales.

En un mundo de buenos y malos, se necesita a los justos. A los que pueden ofrecer algo diferente. A los que no se limitan a marcar territorio y nos conmueven con sus actos y con sus palabras, con sus ideas.

En un mundo de claros y oscuros, se hace necesaria la luz. El éxito es salir al mundo y darse a conocer y mostrarla…

En un mundo donde todos aceleran sin pensar, se necesitan corredores de fondo. El esfuerzo continuo para cada día ofrecer lo mejor y seguir sacándose de encima los complejos estúpidos y las capas de autocompasión que acaban convirtiéndose en gruesos muros…

En un mundo de blancos y negros, de extremos, se necesitan matices… ¿Y si los aportas tú? ¿Y si los tienes encerrados en ese corazón de alcachofa triste que no se atreve a brillar? ¿De qué sirve lo bueno que eres si no lo compartes?

La verdad es que por muy excelente que sea el contenido, no sirve de nada con la forma equivocada y menos aún si no se muestra de ninguna forma.

Lo bueno no es bueno si no se da a conocer y nadie lo ve. Lo grande no es grande si está oculto y se va empequeñeciendo porque no se ejercita… Si no destapas tu talento, nadie sabrá que lo tienes…

Sin forma, nadie conocerá tu fondo… Es lo que les pasa a las alcachofas. Se quedan mustias esperando…

Y no temas por perder tu esencia, se puede llegar a ser muy grande sin dejar de ser humilde.

¿Quién es el líder?

Liderar es escuchar. Es motivar. Es decidir. Es observar de cerca y al mismo tiempo tomar la distancia necesaria para visualizar al equipo. Es formar parte del equipo, pero tener claro que se va delante. Es saber que ir delante no significa ser mejor sino tener más responsabilidad.

Liderar es valorar el esfuerzo y a cada persona del equipo desde su punto de partida. Es saber cuándo hay que ser invisible y cuándo es necesario destacar.

A veces, el líder no está, pero sigue presente… Porque el líder es siempre el que más trabaja.

Liderar es encontrar otra forma de hacer las cosas y lidiar con el día a día para que no te borre las ganas de cambiar y te engulla la creatividad. Liderar es abrir camino y dejar que otros también se abran paso.

El líder estimula. Enseña y aprende. Es exigente con todos, e incluso más consigo mismo, pero de una exigencia razonable. El líder siempre te pide más pero te recuerda que puedes, hace que te des cuenta de que puedes.

El líder huye de la mediocridad y busca la inteligencia. Se rodea de personas grandes, enormes, brillantes. No teme que acaben ocupando su puesto o rivalicen con él, al contrario. El líder busca talento, se rodea siempre de él, lo promueve, lo motiva, lo hace crecer… Porque sabe que siempre se aprende, porque siempre suma. El líder mantiene unido al equipo y se relaciona con él con firmeza pero con humildad. Allá donde haya un grupo de personas extraordinarias que trabajan juntas, es que detrás hay un líder.

Busca la armonía y huye del conflicto y la confrontación. Dialoga, negocia, cede. El líder no sólo valora aptitudes sino también actitudes. No busca excusas.

El líder a veces cambia de opinión si es necesario. Porque aunque tenga las ideas claras y la estrategia para conseguir sus metas bien diseñada, sabe que se equivoca, a veces, como todos y lo admite. No se deja llevar por el orgullo, aunque nunca pierde la dignidad. Tiene la mente abierta y busca retos constantemente. El líder no es fuerte, es resistente, es elástico y se adapta.

El líder inspira, suma, multiplica. Es compresivo y altamente generoso. Da mucho y pide mucho, pero hace que el esfuerzo que reclama no se vea como un sacrificio sino como un logro, como una meta conseguida.

El líder no manda, dirige, camina a tu lado, respeta. No da miedo, infunde respeto. No le molesta mezclarse con su equipo pero sabe cuál es su cometido. Es sencillo pero extraordinario. Busca la excelencia, busca talento, lo incentiva, hace que el talento procree aun a riesgo de perder a los miembros de su equipo si destacan… Prefiere tener a los mejores, formar a los mejores y que se vayan a rodearse de mediocres sin ganas.

A veces, el líder se pone en la última fila y se calla.

El líder no sólo valora resultados, tiene en cuenta la trayectoria, el esfuerzo, el camino, la actitud de las personas que le rodean.

El líder tiene valores y los defiende. Encuentra palabras para cada uno y son las adecuadas para motivarles, para recordarles que pueden y que lo conseguirán. El líder gestiona personas y emociones. Se guía por la razón y tiene en cuenta los sentimientos. Se anticipa a las necesidades. Arriesga, innova. Genera nuevas dinámicas y no se deja arrastrar por la rutina. Hace que todo sea más fácil pero huye de lo cómodo. Aprende cada día de todo y de todos. El líder se pasea cada día fuera de su zona de confort y hace equilibrios.

Porque liderar es también acompañar. Por eso, el líder no quiere llegar a la cima solo.

A veces el líder te deja llevar a cabo tareas con las que no está del todo de acuerdo porque confía en ti y valora tu criterio, porque quiere que le sorprendas y le demuestres que tenías razón.

Liderar es asumir. Es delegar. Es resposabilizarse y repartir resposanbilidad.

El líder acelera, si hace falta, pero es un corredor de fondo. Construye cada día.

El líder a veces también se cansa, pero sigue.

Reconoce errores, los exprime hasta que le sirven de trampolín para corregir y mejorar.

El líder no estorba ni hace de muro, hace de puente.

El líder escoge y mide sus palabras. Administra silencios. Espera, transmite calma y paciencia.

El líder también siente miedo y rabia pero los usa como energía para propulsarse.

El líder le da la vuelta a las situaciones adversas y las convierte en oportunidades.

No se es un buen o un mal líder… Los mediocres no son líderes.