El antídoto

El antídoto

leaves-1524793_640
Algún día descubriremos la forma de curarlo todo… Tras mucho investigar y dar vueltas…  Después de soportar grandes conflictos y pelearnos por patentes y fórmulas…Después de perder la mayor parte del tiempo y del camino discutiendo quién se cuelga la medalla… Y ese día nos quedaremos perplejos al darnos cuenta de que el antídoto para nuestros males y dolores ha estado ahí siempre, ante nuestros ojos, y hemos sido incapaces de verlo.
Por nuestra manía de no ver lo obvio y despreciar lo sencillo. Por el hábito de no valorar lo pequeño y dar por hecho que todo es nuestro sin agradecerlo.
Por nuestra insistencia en no comunicarnos y ahorrar palabras y eludir emociones, dejarlas encerradas en la memoria y sacarlas solo para retorcernos de dolor y angustia. En nuestro afán por no demostrar y negar, por prohibir y callar, por reprimir cualquier gesto que parece que nos haga débiles, por el terror inconfesable que tenemos a sentirnos vulnerables… Cuando en realidad nos hace humanos, elásticos, asequibles… Nos convierte en seres amables capaces de sentir y decidir desde el corazón. Porque cada vez que demostramos lo que sentimos, somos más fuertes e inquebrantables.
Cuando nos digan que la vacuna contra nuestras penalidades eran las palabras que no hemos dicho y las lágrimas que no hemos llorado… Cuando nos muestren lo mucho que calma y cura un abrazo y un decir “lo siento” y admitir errores y aprender de ellos. Lo mucho que descarga una charla entre amigos y la placidez que se siente dejando de controlar al mundo para que no te arañe. Cuando nos cuenten que la medicina que necesitábamos era perdonar y perdonarnos…
Cuando nos digan que cada vez que pisoteábamos a otros era como si nos lo hiciéramos a nosotros mismos porque estamos fabricados de la misma substancia y todo lo que afecta a unos afecta a otros…
Cuando nos cuenten que cada injusticia que hemos cometido se nos ha enquistado en una parte del cuerpo y nos quema por dentro como si fuera propia, que algunos la llevan cargada en la espalda y les pesa y otros la acumulan en el pecho y les acelera el corazón… Cuando sepamos que mirar a otro lado no borra lo que pasa, sino que lo hace más terrible…
Cuando admitamos que  sólo nos hacía falta un poco de empatía y compasión para con otros y con nosotros mismos, que sólo necesitábamos escuchar y no pasar de largo ante el dolor ajeno. Cuando seamos capaces de decirnos a nosotros mismos que tenemos tanto miedo que a veces huimos y otras atacamos para poder soportar la angustia que nos supone sentir y no controlar lo que sentimos…
Cuando advirtamos que nos cubrimos de excusas para no hacer y luego nos dedicamos a culparnos y culpar a otros de nuestras «no decisiones» y del dolor que soportamos por ser incapaces de asumir responsabilidades…
Cuando sepamos que lo único que debíamos hacer era respetarnos y amarnos. Aceptarnos  y aceptar a los demás tal y como son.
Ayudarnos a superar las cuestas más duras para ser más grandes…
Hacer el camino acompañados y contemplar cada detalle como si fuera único, como si fuera aún más efímero, como si fuera mágico.
Cuando descubramos que sólo hacía falta dar las gracias por todo lo que tenemos y soñar con cambiar lo que no era justo…
Cuando nos demos cuenta de que el remedio estaba dentro de cada uno de nosotros y sólo necesitábamos creérnoslo y compartirlo… Confiar que sabríamos cómo hacerlo si éramos sinceros y humildes, si lo deseábamos tanto que no nos conformaríamos con menos y obraríamos milagros.
Algún día descubriremos que lo grande subyace en lo pequeño.
Que lo más difícil vive en lo sencillo, en lo básico.
Que la felicidad es salud y la salud es felicidad.
Que la belleza es el amor que damos.
Que, a veces, lo que más importa desaparece cuando dejas de apreciarlo y hay que cazarlo al vuelo.
Que la respuesta está en nosotros. Ha estado siempre esperando a ser rescatada de entre la maraña de egos y miedos absurdos.
Algún día descubriremos que sólo debíamos fluir y hemos pasado siglos contenidos, estancados, asustados, avergonzados de ser nosotros mismos… Que lo sencillo era la respuesta…
Algún día sabremos que el antídoto eran las palabras y que hemos pasado mil años sin aprender a usarlas…
Algún día… Quizás no está lejano.
 

Permítete olvidar

A veces no paramos de viajar a nuestro pasado para revivir una y otra vez nuestras tragedias. Nos golpeamos con los mismos muros y seguimos sin aprender. Nos aferramos al dolor y somos incapaces de ver el aprendizaje y dejar esa emoción lastimosa que nos provocó en el pasado vivir esa experiencia. No sabemos olvidar. Crecer y madurar como seres humanos es un trabajo duro pero nos debemos sentir orgullosos de quiénes somos y de cómo hemos vencido ese dolor. Y al recordarlo, ver la victoria y mirarnos como somos ahora, no como fuimos ni retozar en el fango de ese dolor del pasado. Una vez me dijo un sabio que para ser feliz hay que tener buena salud y mala memoria, Permítete olvidar lo malo y quedarte con la belleza que has conseguido… Sé que puedes y que sabes…
Porque te lo debes

Porque te lo debes

nina-blanco-y-negro
Decidir que ya no quieres, que ya no te callas, que ya no te conformas…  Y ¿Por qué no? Decir basta…
Saltarte la próxima queja y soltar uno de tus complejos absurdos mientras das un paseo improvisado ante el mar, a media tarde… Cuando crees que deberías estar haciendo algo que durante mucho tiempo has pensado que importa mucho y ahora ves que era superfluo…
Detenerte para imaginar cómo será el resto de tu vida. Mimar cada detalle con todo lujo de sensaciones y entusiasmo infantil…Recordar aquellos momentos en que creías que todo era posible y no entender que pudo pasar para dejar de creerlo.
Recuperar tu vieja caja de tesoros y descubrir que ahora son incluso más valiosos que antes.
Ir caminando despacio al lugar donde se supone que tienes más prisa por llegar y detenerte a dar los buenos días por el camino a cualquiera que tenga cara de necesitarlos…
Que no te importe que los ignorantes te ignoren.
Que no te asuste que los que se asustan por todo no te entiendan.
Que no te moleste que los que nunca bailan se rían al verte bailar mientras ellos apuran sus copas amargas de rutina.
Alegrarte por los triunfos ajenos como si fueran propios.
Celebrar las victorias de tus adversarios.
Saber que no te hace falta llegar primero para ganar.
Notar que ya no te importan los resultados porque lo que te interesa es la efervescencia previa al imaginarlos y la satisfacción de haber sido capaz de lucharlos.
Darte cuenta que desde que no te preocupa lo que piensen, ya no piensan.
Dejar plantadas a tus culpas de siempre justo cuando toca sesión de reproches.
Soltar la carga pesada de no ser, de no llegar, de no reconocer…
Vacilarle a tus miedos y ver que se encogen.
Pasear con la mirada desafiante por ese lado de la calle de tu vida donde hasta hace poco no te atrevías a poner un pie.
Olvidar recordar tus tragedias.
Olvidar tus lamentos diarios porque estás ocupado saltándote una norma que no recuerdas quién impuso pero ahora ves claro que no tiene sentido.
Descubrir que ninguna de las normas que sigues te hace feliz y lanzarlas al mar.
Recordar que un día hace mucho, cuando eras niño, tenías un sueño y aún lo tienes pendiente.
Alimentar a tu yo imprudente y alocado que siempre te pide que no dejes pasar las oportunidades.
Perdonar sin saber aún cómo ni por qué a los verdugos de tus alegrías. A los que te arrancaron la ilusión o jugaron con tu corazón… Perdonarles porque ya no te importa qué pasó, porque ya no te duelen sus palabras y sus actos… Perdonarles porque, en el fondo, te dan pena sus vidas limitadas.
Perdonarte por no ser, por no tener, por no llegar… Y perdonarte por haberte culpado por todo esto durante años y no haber sido capaz de ver todo lo bueno que había en ti.
Notar que estás contigo. Que estás de tu parte. Que no necesitas un decorado perfecto para vivir. Notar que cuando respiras hondo ya no sientes ese punzada que te recortaba la libertad.
Equivocarte. Decidir que es mejor fallar que pasarse la vida lamentándote por lo que podría haber sido…
Hacer lo que quieras ahora mismo,  no porque debes sino porque te lo debes…
 
 

Ser feliz por adelantado

Llevamos siglos haciendo esa gimnasia macabra de anticiparnos al drama y vivir en nuestros pensamientos miles de calamidades que nunca llegan a existir. Ahora os propongo lo contrario. Seamos felices sin esperar más. Hagamos ese ejercicio de confianza en nosotros mismos y en nuestra capacidad. Sonriamos antes de saber la buena noticia. Hagamos el camino antes de saber a dónde llegaremos. Celebremos antes de ganar.  Esperemos lo mejor y no perdamos un instante lamentándonos.

¿Bailas?

¿Bailas?

pareja-campo
He llegado a creer que ya existes como yo te sueño. Que mis pensamientos han obrado la magia de crearte y darte vida… Y que me esperas tomando un café y pensando que tardo, imaginando cómo es mi risa y deseando tocar mis cabellos siempre alborotados.
He llegado a creer que de tanto soñarte has tomado forma y tienes cuerpo. Veo tus ojos y tu sonrisa, te intuyo y sé exactamente quién eres y cómo te sientes.
Cuando estás solo noto tus aullidos roncos y tu respiración angustiada. Buscas abrazo y acabas sucumbiendo a un rezo sordo, a una súplica tediosa que desemboca en un camino sin salida, sin destino, sin sentido.
Te veo dejar pasar los trenes que intuyes que no son tu tren, que no te llevan a ese lugar donde los abrazos no se piden, se gozan… Te veo dibujar esbozos en las servilletas de los bares, intentando trazar mi cara y manchando de café mis labios aún por definir.
Imagino que me besas sin saber que me besas y que me rondas sin saber dónde estoy.
He llegado a pensar que notas cómo te sueño y cuánto te busco. Que percibes el canto desesperado de la sirena que habita mis vísceras revueltas. Que hemos andado por la misma esquina sin encontrarnos, que nos ha alumbrado la misma farola en un tiempo remoto y descompasado.
He imaginado que cuando tú vas, yo vuelvo. Que hemos tocado el mismo puñado de arena y el mismo mar nos ha rondado los pies… Que tú miraste al sur esperando una respuesta y yo miraba al norte buscando una señal… Que nuestras miradas no se cruzaron por un segundo y nuestros caminos entrelazados pasaron demasiado tiempo en paralelo como para tropezar…
Te veo despertar sin ganas y soñarme sin saber quién soy. Y me gustaría quedarme a compartir el aire que respiras y la nube que cubre tus días… Te veo fundirte con el asfalto esperando ponerme nombre y dibujar mi rostro con tus manos cansadas. Te veo desearme sin que yo tenga cuerpo en tus pensamientos y caminar por mis esquinas sin poderme tocar.
He llegado a creer que aunque no me conoces, me notas. Que me intuyes porque mis pensamientos son tan poderosos que llegan a tus oídos y, aunque no puedes descifrarlos, te acarician el cuello y te besan la mandíbula cansada y los hombros caídos.
A veces, creo que es locura lo que pienso. Otras, estoy convencida de que, al final, mis deseos se convertirán en cuerpo y mis pensamientos le darán la vida.
A veces, te busco entre las multitudes. Lo hago por costumbre, aunque sé que no estás. Siempre lo sé, porque noto un vacío en las entrañas que nada llena y un frío en la espalda que nada apacigua. Sé que te gusta la calma de las tardes perdidas en los libros y que buscas baile algunas noches para poder dejar de pensar.
Sé que el pecho te arde y la furia te enciende porque te cansas de buscar algo que no entiendes. Y que ese algo soy yo… Sé que te falto aunque nunca me has tenido.
Sé que me añoras, aunque no conozcas ni mi abrazo ni mi beso.
Sé que piensas y que tus pensamientos a veces son dagas. Noto que te asusta imaginar porque acabas necesitando lo que imaginas y no puedes tocarlo. Percibo que abrazas de recuerdo y besas de memoria y noto tu dolor atravesar las paredes y llegar a mi mar.
Y me vuelve loca no poder devolverte el abrazo y el beso. No poder acabar contigo el dibujo sin rostro de la servilleta y no bailar contigo esta noche.
Necesito entrar en tu cabeza y llevarte de la mano a mi mundo de fuego y pisar la misma esquina, en el mismo momento y verte reír. Contar historias de amores antiguos y extraños para que sepas que amo desde hace siglos y acumulo mucha ganas de flotar.
He llegado a pensar que algún día leerás uno de mis versos locos y hambrientos, sabrás que existo y me vendrás a buscar. Que necesitarás a quién escribe esas palabras porque son tus palabras, aquellas que tenías en la lengua y casi no te atrevías a susurrar, las que llevabas prendidas en el pecho desde hace siglos y no te atrevías a soltar.
Y cuando cruces la puerta de mi refugio y veas mis ojos líquidos, me pedirás que me vaya contigo sin saber a dónde.
¿Bailas? Me preguntarás como si me conocieras desde siempre…
Bailo, yo siempre bailo…Diré con la voz rota y los ojos llenos de lágrimas por un amor que deja de ser imaginario y empieza a ser real.
 

Belleza es salud

Como consumidores somos responsables de lo que compramos y de la publicidad que se hace de los productos que consumimos. Hace unos días se prohibió en Gran Bretaña un anuncio porque la modelo que aparecía en él estaba extremadamente delgada.  Era casi una niña y tenía un aspecto de estar enferma. Los ojos hundidos y la piel pegada a los huesos. ¿Es este el ideal de belleza que nos representa? ¿Estamos seguros de querer pagar este precio como sociedad? como consumidores tenemos más poder del que creemos. Podemos decidir qué comprar y qué no y nuestras conductas afectan a los que fabrican y a los que hacen publicidad.
Si decimos basta, dejarán de vendernos ese modelo de belleza irreal que no es belleza, que no tiene en cuenta lo más importante, la salud y la felicidad. Que trata a la persona como objeto y no difunde valores ni se preocupa por cómo afecta a nuestros hijos.
Somos responsables de nuestro poder a la hora de comprar y consumir. Consumamos belleza real y salud, no enfermedad. No fomentemos hábitos que pueden hacer que nuestros hijos acaben perjudicados.