Tus manos pequeñas

Tus manos pequeñas

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Me gusta verte bailar. Verte girar mientras tu pelo corta el aire y tu risa lo impregna todo. Me gusta tener memoria de pez cuando me enfado contigo. Ponerme el disfraz de bruja malvada sólo por un instante y casi sin darme cuenta estar buscando tus facciones dulces y suplicando coincidir con tus ojos. Sé que no puedo vulnerarte y que tu dolor será mi dolor para siempre. Sé que empiezo dónde tú acabas y que jamás tendré cerca nada tan perfecto como tú. Que podrías respirarme y sería feliz buceando en tus entrañas. Lo noto.
Eres mi risa. Mis ganas. Mis sueños. Surcas con tu cara de niña mis temores más eternos. Eres la mayor de mis razones. Mi gran atino, mi fuerza.
Busco el contacto con tus pupilas y noto como mis brazos te arrullan, te imaginan cuando no te tienen. Necesito tenerte, vivo de tus miradas juguetonas y tus manos pequeñas. Adoro notar que estás cerca, respirar a tu lado y saber que estás satisfecha. Adoro tu olor y tu tacto suave. Vivo pendiente de tus risas. Tan sólo anhelo que me sobrevivas y sueño con encontrarte las cosquillas…
Adoro acariciarte, notar tu presencia tibia y traviesa en mí, recordar que me invadiste, me surcaste, me superaste. Busco como una loba agarrarte fuerte para que no te me escapes, controlarte sin tregua… y al mismo tiempo te quiero libre, te quiero ver correr feliz y alocada, pero siempre cerca.
Eres mi aliento. Mi mar y mi cielo. Eres mi aventura más complicada y maravillosa. Eres mi todo. La explicación a lo inexplicable. El motivo. La esencia. El hilo que muchas veces me sujeta desde el cielo para que no caiga cuando soy una marioneta cansada. Eres la meta y el camino. El principio y el fin.
Quererte es el más grande de los dones y el que genera en mí más ansiedades. Vivir es ver mi cara en tu cara, volver a ser niña y olvidar el mundo. Saber que mi mundo son tus zapatitos, tus historias inventadas y tus lágrimas fáciles. Que no hay más voz que tu voz, ni vida que tu vida. Estoy atada a tus latidos, conectada a tu ser, ávida de darte alegrías y consolarte las penas… deseosa de pertenecerte, feliz por quererte más allá de lo que abarca la comprensión humana.
Tu perfección me hace un poco perfecta. Tu humanidad, más humana, tu vitalidad me hace sentir más viva. Tu existencia da sentido a mi existencia.
Gracias eternas por haberme escogido para nacer.
 
 
 
 

Lo que soy

Lo que soy

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Foto : Mercè Roura

Soy ese día en que escribí mi nombre por primera vez. Reseguí torpemente cada letra hasta acabar de forma artificiosa, me puse el lápiz en la boca e hice una mueca de felicidad. Aquella era yo. Y la primera ocasión que tuve que salir a la pizarra. El día que supe que podía equivocarme y tuve la ingrata sensación de que iba a suceder a menudo y me sentí ridícula y diminuta.

Soy la mañana en que me tragué las lágrimas en una esquina del patio y la que acabé con las rodillas llenas de rozaduras. Aquel día soleado de excursión recogiendo hojas y dibujando sus relieves en un cuaderno. Aquel beso tibio sin ganas y todos lo que imaginé con ansia y no llegaron.

Hay un pedazo de mí en cada rincón del parque donde jugaba, en cada columpio, en cada banco… Las palomas que te escrutan con la mirada saben cada una de mis pequeñas aventuras…

Soy un poco de esa amiga de infancia que se perdió al cambiar de escuela y a la que no reconocería si tuviera delante… Y un mucho de mi abuela que se nos fue de este mundo después de enseñarme mil refranes… Los oigo todos repetidos con su voz aguda.

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Soy unos zapatos rojos en un escaparate, una bata vieja pero cómoda, el ojo de la cerradura en una puerta secreta. Algo queda de mí en una caja donde ocultar tesoros y en una peonza olvidada que girará eternamente en mis pensamientos.

Se repite incansablemente en mi cabeza una película antigua que acababa en un faro, en el fin del mundo. Es mi faro.

Soy una libreta nueva por empezar y el primer libro que leí entero. El día que supe que muchas veces sería que no, aunque pataleara hasta reventar y el día que fue que sí sin apenas buscarlo. Soy la canción con la que me quedaba dormida cuando era niña. Me pertenece.

Aún respiro el aire mojado de ese día en que recibí una primera rosa y una última llamada. Aún veo escaparse un tren que debí tomar y oigo repetirse unas palabras que me hirieron. Noto como se me clavan… Y si me esfuerzo puedo acariciar en mi mente el surco que dejaron… pero ahora sé que son mías, que forman mi equipaje… Que me han construido y esculpido…

Tengo todavía acumuladas risas de las clases de historia y de las tardes de verano ante una playa… El llanto pendiente almacenado en la garganta, fabricando un nudo, que a veces aprieta y ahoga. Sé que ahora es mi nudo, forma mi historia.

Soy ese día en que fui tremendamente injusta y ese otro en que me tocaron y hundieron hasta dejarme exhausta porque brillaba.

Me quedé pegada a aquel momento en que supe que me él quería y estallé por dentro… Y escapo aún del instante en que adiviné que aquel amor nacía pequeño y deshilachado.

Quedan pequeñas moléculas mías en el aire de una noche en que alguien me escribió desesperado buscando respuestas… Y le dediqué unas palabras. Me quedé corta, pero vacía.

Formo ya parte del segundo en que supe que ella crecía dentro de mí con ganas y aquel mediodía inmenso en que le vi la cara, volví a nacer y supe que aquello iba a ser eterno.

Guardo un manojo de miedos mayúsculos que me surcaron las venas y me dejaron quieta, cansada.

Soy el día que dije no puedo y también el que saqué valor de las tripas para conseguirlo. Soy el agua que dije que no bebería y el silencio que me tragué.

Cada palabra de más, cada palabra de menos…

Acumulo en la memoria cada rincón de mi casa, cada falta de ortografía, cada escalón subido o bajado, cada tertulia.

Soy las caras de los que me precedieron y alentaron, los que hicieron conmigo un tramo del camino y los que se detuvieron.

Es ya mi camino.

Pertenezco a ésta y a todas la veces que me he preguntado quién soy.

 
 

La mejor versión de ti mismo

Alguien acaba de pedirme que sea feliz. Y para serlo me aconseja no pensar demasiado, cerrar un poco los ojos, hacerme la tonta… soltarme sin condiciones y dejar la mente quieta. Me aconseja que olvide por un rato lo que me inquieta porque tal vez no todo tenga que ser siempre trascendente, que no todo contenga un significado que vaya a cambiarme la existencia… Sé lo que me pide. Me pide que me mantenga pegada al suelo y note la vida, que si como pan note el pan, que pise el camino, que acumule risa y que me beba el viento cuando sople en mi cara. Quiere que me olvide de lo que me falta y de lo que dejé atrás. Que hoy haga pocos balances y olvide los números rojos. Que me circunscriba a este pedazo de vida que hoy me toca y que mañana se habrá escurrido… que no exista más que esta hora, esta frase, esta palabra… que me note la respiración … que me agarre a cada sensación como si fuera la última, que no me pregunte si está bien o mal… que exista. Que me ate a este pedazo de realidad.

Esta petición me agita aún más. La hiperactividad mental… me subleva… siempre hay demasiadas preguntas pendientes, demasiadas necesidades por satisfacer… demasiado control para buscar una perfección que nos acaba alejando del día a día… Demasiado rato en la nube buscando migajas de eternidad y olvidando lo efímero, lo que se puede tocar y se escapa entre las manos… perdiendo lo humano mientras intentamos arañar un ideal casi divino. Y se nos pasan las miradas, los gestos de los que nos rodean, se nos pasa el invierno y el verano, la noche y el día… se nos pasa y no vuelve.

¿Cómo se puede encontrar el equilibrio y … sin perderse esta función no dejar de pensar en cómo será la siguiente? ¿cómo detenerse a disfrutar del paisaje sin dejar de preguntarme a dónde me lleva la senda que escogí?

Miles de pensamientos me vienen a la cabeza, con tantas ideas… no voy a poder ser feliz… demasiadas ramificaciones en la mente, enciclopedias de emociones… millones de recuerdos por archivar… la noria de mi cabeza no se detiene… da vueltas y sé que las dará siempre… está programada para no cesar nunca, hasta el final.

Y entonces me doy cuenta. La felicidad es este momento… una mirada, una risa tonta, un temblor extraño, una palabra… un sabor, un pellizco… pero también es saber que vas en el camino correcto y persigues tu sueño. Saber que te haces las preguntas y que buscas las respuestas, que lo has imaginado todo, que lo has intentado todo… que solo te has detenido para gozar y no para esconderte y abandonar… que puedes más, que anhelas más… que hay más de lo que ves y más de lo que imaginas. Que la felicidad está en el suelo y en el cielo. Ser feliz es un dar las gracias y un seguir buscando nuevos retos. Consiste en agarrarse a lo que te rodea con una mano y acariciar con la otra un sueño… vivir intensamente y al mismo tiempo imaginar… saber, al final, que no te has dejado un pedazo de vida por apurar y que hasta el último instante has intentado ser la mejor versión de ti mismo…