Lo que amas…

Lo que amas…


Amas el silencio después de noches sin tregua pensando sin cesar, sin encontrar consuelo, sin dibujar una salida.
Sentarse e imaginar sin saber, sin necesitar, sin tener que tener, sin esperar a esperar.
Amar ser sin almacenar…  Encontrar sin buscar. Sentir sin pensar…
Porque a veces, hay que detenerse a notar, a construir, a imaginar.
Parar para bucearte, para sentirte, para fundirte contigo y respirar. Para saber qué pisas y a dónde te diriges, para descubrir que no hay mejor victoria que escoger una derrota de la que puedes aprender a volar…
Para conocerte tanto que puedas despojarte de todas la capas con la que vestiste tu alma para poder existir sin pedir perdón y darte cuenta de que ya no te hacen falta…
Para poder lanzar tus culpas inventadas por la borda y enderezar el rumbo del barco hacia donde sueñes, aunque el mundo no lo entinda…
Amas la paz callada que te habita cuando necesitas escucharte y bailar con tu propia música.
Amas tu música.
Amas  al desconcierto en tu alma acostumbrada a caminar, cuando para. La queja sorda de la niña testaruda que llevas dentro que te pide que te levantes y sigas… El desasosiego de tu impaciencia que queda muda y el ego asustado que busca abrigo porque nos sabe qué le espera pero ya le disgusta por si acaso.
Amas a todos tus mecanismos de defensa. Todas tus corazas y todas tus máscaras… Tu soberbia llorosa y malhumorada… Tu rabia contenida, tu ira ahogada, tu necesidad de justicia rota que se agitan y bailan desesperadas…
Amas a la institutriz sin alma que vive en ti y siempre te regaña. Porque pertenece a tu pasado y  ahora sabes que no supo hacerlo mejor…Porque gracias a su ruda dureza y su serenidad impasible añoraste el amor incondicional y supiste qué no eras…
Amas a todas las muñecas tristes que habitan en esta muñeca a veces cansada y otras rota que intenta encontrar la calma. Porque sin todos sus errores estaría perdida y sin su pena enorme y salvaje jamás habría llegado a este tramo del camino.
Amas la guerrera que fundía con la mirada y le daba vueltas a las palabras hasta convertirlas en flechas. Sin ella, jamás habría conseguido la valentía para levantarte y empezar a buscar todas las vidas posibles que te tienes reservadas.
Amas a la niña torpe de cara triste que espera en un rincón porque no juega… Sin su desesperación armada y su llanto sordo, tú ya no existirías.
Amas tu llanto.
Amas tus heridas abiertas porque sabes que el trabajo de cerrarlas te convertirá en un ser gigante.
Porque cada uno de sus pasos en falso ha esculpido tu vida… Cada uno de sus intentos fallidos ha trazado tu mapa de viaje… Porque estabas tan desolada e insatisfecha que osaste imaginar un mundo en el que ella era otra y se encontró contigo a medio camino y le dijiste que se otra eras tú.
Amas el manto incierto que cubre tus días sin techo ni suelo ni abrigo seguro.
Amas la incertidumbre.
Amas al despecho de un mundo que te trata como tú te tratas y que no te ama hasta que no te amas.
La incómoda satisfacción de saber que el futuro está en mis manos y el presente es una tarde de lluvia que hay que aprender a amar para encontrar la magia.
La gratitud de saber que todo es un regalo. La costumbre de imaginar lo peor después de siglos de pensar que mereces poco o casi nada… Y que eso te obligue a tener que cambiar tu forma de pensar y vivir…
Amas al sosiego de saber que de todo se aprende, aunque no entiendas por qué.
Amas tu ignorancia porque aviva tus ganas de conocimiento…
Amas al fuego de tus entrañas enfadadas y molestas porque el mundo no es como sueñan y a las personas a veces cuando están rotas van rompiendo a otras.
Amas a la inquietud de arriesgarte a rondar por la vida sin saber y el miedo que se aloja en tu espalda y baila en tu garganta, porque sin él no serías la mitad de lo que sueñas…
Seguir el viento sin conocer el viento… Ser el viento sin saber a dónde va, pero creyendo que te lleva a dónde necesitas estar.
Amas al dolor sentido y asumido, porque con él te fabricaste el antídoto para las penas y te convertiste en una mejor versión para soportar sus envestidas…
Amas a todas y cada una de tus imperfecciones porque te han dado el impulso para poder saltar el muro y aprender que lo bueno que hay en ti es tan grande que eclipsa tu tristeza… Y que lo que parece malo, en realidad, es la excusa para poder seguir tu camino…
Amas tus lamentos porque ya no existen, pero te dieron impulso.
Porque no hay nada insalvable cuando descubres quién eres y qué buscas…
Porque te amas y reconoces tus facciones en un marasmo de caras mustias y almas revueltas que se desesperan por bajar de esta noria que no para nunca.
Amas la noria…

Hoy te toca a ti

Hoy te toca a ti

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Ya lo sé, estás cansado… Es complicado seguir el ritmo de una vida que a veces parece que se rompe… A veces, incluso parece que sólo se rompe para ti, pero no es cierto. Hay millones de vidas rotas y echas pedazos que se recomponen cada día… Millones de alas rotas que vuelven a volar… Millones de árboles con ramas desnudas que vuelven a brotar…
A veces la vida te deja desnudo y la soledad más rotunda te golpea el estómago. Y no entiendes por qué y no sabes cómo. Intuyes que todo tiene un sentido y una enseñanza, pero te duele demasiado para pensar en ello…
Para los que llevan la noche dentro es más complicado encontrar un atisbo de luz… Aunque al final, creo, esa noche está ahí para que busquemos la luz con más ganas… Como si nos hubieran subido el listón de repente para que no nos durmamos a la hora de saltar…
He pensado mucho y mal, a veces… He dado vueltas en mi conciencia a los obstáculos y a las noches que llevamos metidas dentro que no nos dejan brillar y ver por dónde vamos.  Me he perdido mil veces en esas noches, en mil noches distintas, pero con el mismo perfume y angustia… Las he habitado hasta sentirme tan pequeña que nunca creí tener fuerza para abrir la puerta y salir a encontrar la respuesta. Y al final, considero que la noche se mete en ti porque la necesitas, porque necesitamos oscuridad para ansiar la luz y pisar la cuerda floja para amar la tierra firme… Y al mismo tiempo, acabar amando la noche por lo mucho que nos ha sido útil para encontrar nuestra propia belleza.
Creo que el antídoto es esa belleza. Encontrarla y sentirla, vivirla,  pero no en la luz sino en la noche. En el momento de más angustia, en el instante en que más se nos retuerce el rostro y menos nos reconocemos las facciones…
Vivir es confiar en encontrar la luz en el momento de más oscuridad.
Ver tu belleza cuando más harapos te visten.
Amar cuando menos amor recibes.
Ser justo cuando más injusto es contigo el mundo.
Vivir es creer en nosotros  cuando nadie cree. Cuando más desesperados estamos y menos nos responde el cuerpo y las personas con las que contamos para seguir están más ocupadas mirando a otro lado…
Eso te hace sentir que estás solo, pero no es cierto. Lo que pasa es que hay cosas que sólo puedes hacer tú. La soledad no viene a separarte de los demás, viene a ti para que entiendas que tienes el poder. Para que sepas que debes asumir tu responsabilidad con tu vida… Para que te enteres de una vez que la solución está en tus manos.
Creo que cada uno tiene un aprendizaje distinto, pero todos pasan por amar. Por besar a tus monstruos y entender a los que te han hecho daño… Comprender su dolor, sus miedos, sus rarezas y a veces su incapacidad para hacerlo mejor, como la nuestra…
Tal vez todo esto consiste en perdonar al mundo por no ser como sueñas y entender que así es mejor. Que necesitas este mundo tal como es para llegar a ser tú tal y como eres… Que sus sombras son las que te obligarán a sacar tu luz y brillar intensamente…  Amarlo tal y como es sin esperar que cambie, mirarlo con otros ojos y ser capaz de apreciar sus pequeños avances y sus errores más espantosos… Usar otras palabras para definirlo  y vencer sus reticencias con un abrazo incondicional. Cuando amas a algo o a alguien lo conviertes en algo digno de amor. Todos lo merecemos y quiénes menos saben amar es quiénes más lo necesitan…
A veces, cuando miras al mundo de otra forma, el mundo cambia de golpe.
Y también consiste en perdonarte, comprenderte y asumirte. Bailar con tus momentos más amargos, reírte de tus quejas y tus penas. Verlas como una oportunidad para crecer y saltar… Convertir tus miedos en una palanca… Catapultarte a ti mismo y descubrir que aquello que tal vez te has esforzado en esconder de los ojos ajenos durante años es justo lo que necesitabas mostrar para llegar a tus sueños… Descubrir que lo que no has querido conocer de ti hasta ahora era la clave para llegar al otro lado de tu conciencia, para tener la vida que anhelas.
Y esa vida  no es perfecta tampoco, pero es tuya. Tiene momentos complicados también. Es el resultado de elegir, de decidir sin dejar pasar un solo día más sin rumbo, sin perder más tiempo en ningún plan que no sea el tuyo.
Todos los grandes planes de futuro llevan a ti. A ser más tú y estar mejor contigo.
Cuando consigues eso, miras al mundo y lo ves hermoso. Miras al necio y entiendes su necesaria necedad… Miras al orgulloso y comprendes su orgullo, miras al cruel y sabes que es su forma de suplicar amor porque aún no ha sido capaz de amar sus sombras…Decides al lado de quién quieres caminar y de quién no, pero borras el resentimiento de tus venas… Eso te transforma, te invade, te cambia de forma inmediata.
Y te miras a ti y ves que eres un poco ellos y un poco el mundo. Y te das cuenta de que esto de vivir va en dos sentidos…
Hacia ti.
Hacia ese mundo salvaje y maravilloso…
Hacia los millones de personas que viven en él y están tan perdidos como tú y tienen mucho miedo. Millones de personas que cada día buscan su luz. Algunos ya han descubierto que pueden.  Otros ya la usan con una fuerza que ilumina el mundo… Quién sabe cuántos van a encontrar hoy la suya y vivirán ese momento mágico…
Tal vez hoy te toca a ti.
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La partida

La partida

Me rindo… A la vida.
Dejo la batalla y me apunto a la derrota sabia, a la paz del que no lucha, sino que camina. Que sigue y no pierde el tiempo en pugnas absurdas que arañan y desgastan. Que guarda sus fuerzas para tocar sus metas y no para explicarlas a quién jamás podrán entenderlas ni compartirlas.
Me rindo. Ya no más excusas por hacer, ni disculpas por ser. Sólo camino.
A veces, viendo  claro el horizonte. Otras, entre la niebla más espesa. Siempre notando cada paso.
Ya no más culpas por ver el mundo con otros ojos y no ser capaz de encajar en esquemas rígidos.
Ya no más intentos de tocar la perfección a cambio de perder una humanidad salvaje, maravillosa, única…
Ya no más miedos enredados en el pelo y en las sábanas dictando pesadillas y esbozando monstruos con corbata…
Me apunto al baile del que nunca deja de oír la música, aunque cese, aunque los gritos la confundan y los ignorantes la hagan callar…
Me apunto al crepitar del fuego y el vaivén de las olas, aunque sean imaginarias.
Me apunto al sosiego. Al abrazo caliente del que no corre para llegar sino que se funde con el camino.
Del que no se juzga sino que se ríe de las circunstancias y les da la vuelta para que la puerta de salida sea un principio, para que el muro insalvable sea un estímulo…
Para que rendirse sea soltarse y nunca resignarse sino aceptar y superar, para crecer, para salir de todo aquello que te ata, te oprime y te asfixia.
Me apunto a cambiar tantas veces como sea necesario, aunque no me conozca al final, aunque sólo lo quede de mí la esencia y ya no queden máscaras con que ocultarse.
Me suelto, sin esperar a tener certezas falsas ni abrazar doctrinas férreas.
Sin necesitar tener para existir.
Sin buscar poseer nada que nunca será de nadie que no sepa soltarlo sino vivirlo.
Me voy del lado miserable de mis calles interiores. Dejo de golpearme en las paredes blancas de mi alma perdida que busca razones para no salir al mundo y al no encontrarlas se las inventa…
Me voy sin escapar, sin escaquearme de nada, sin perderme el detalle pero sin hacer guardia, nunca más… Sin controlar, sin medir, sin  esperar. Sin supeditarme al juicio ni la crítica. Sin vencer a ningún dragón inventado que yo misma haya puesto en mi camino para poder excusar mi cobardía y echarme atrás. Sin buscar más coartadas para huir de mí cuando ya no soporto mi exigencia ni columpios donde balancearme haciendo tiempo para empezar a vivir… Ya no más batallas estúpidas contra mi misma para demostrar… Sólo el paso, el camino, el trabajo, el error necesario, el  aprendizaje, la alegría de confiar en mi rumbo y mi sueño. De confiar en mí sin tener que explicar el por qué.
Me voy sin esperar a desesperar.
Me voy del lado tembloroso… Me voy sin dejar margen a que el temor me haga quedarme y la voz de mi yo más triste me diga que no puedo.
Marcho de ese pedazo de tierra que hay en mí donde nunca toca el sol y me lanzo a lo inexplorado.
Ya no más demoras creadas para eludir y escapar.
Me voy y me llevo conmigo lo que realmente permanece.
Deseándolo todo pero sin atarme a nada.
Con ganas de sorpresa, de risa, de abrir la caja y descubrir algo nuevo.
Con esperanza.
Sin súplica. Con toda la pasión que me cabe pero sin oración desesperada.
Me apunto al beso salvaje pero con el  corazón sereno.
A la locura sensata.
Al desenfreno plácido.
Me rindo a cada instante. Para que lo efímero sea eterno,   lo mínimo máximo, lo ínfimo, grande…
Para que no me quede nada por apurar pero la premura por hacerlo no recorte mis sentidos.
Me apunto a la paciencia, aunque a veces pupilas ansiosas cuenten las horas.
Me apunto a dilatar la belleza y acelerar las ganas.
Me rindo, sin rendirme. Me suelto para desbocar mis sueños y dejar de mandar palomas con mensajes desesperados al universo.
Me voy del lado absurdo y guerrero, me voy con todas las dudas deliciosas y los temores necesarios para tomar impulso y seguir.
Me aparto del lado feroz donde sólo se me espera para vaciarme de mí y llenarme de rabia.
Sujeta, con los pies en el suelo y mirando al cielo para perderme en las ramas de los árboles que lo acarician.
Soy lo que soy y eso es sólo lo que tengo… Y es mucho, lo es todo. Es el camino…
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El antídoto

El antídoto

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Algún día descubriremos la forma de curarlo todo… Tras mucho investigar y dar vueltas…  Después de soportar grandes conflictos y pelearnos por patentes y fórmulas…Después de perder la mayor parte del tiempo y del camino discutiendo quién se cuelga la medalla… Y ese día nos quedaremos perplejos al darnos cuenta de que el antídoto para nuestros males y dolores ha estado ahí siempre, ante nuestros ojos, y hemos sido incapaces de verlo.
Por nuestra manía de no ver lo obvio y despreciar lo sencillo. Por el hábito de no valorar lo pequeño y dar por hecho que todo es nuestro sin agradecerlo.
Por nuestra insistencia en no comunicarnos y ahorrar palabras y eludir emociones, dejarlas encerradas en la memoria y sacarlas solo para retorcernos de dolor y angustia. En nuestro afán por no demostrar y negar, por prohibir y callar, por reprimir cualquier gesto que parece que nos haga débiles, por el terror inconfesable que tenemos a sentirnos vulnerables… Cuando en realidad nos hace humanos, elásticos, asequibles… Nos convierte en seres amables capaces de sentir y decidir desde el corazón. Porque cada vez que demostramos lo que sentimos, somos más fuertes e inquebrantables.
Cuando nos digan que la vacuna contra nuestras penalidades eran las palabras que no hemos dicho y las lágrimas que no hemos llorado… Cuando nos muestren lo mucho que calma y cura un abrazo y un decir “lo siento” y admitir errores y aprender de ellos. Lo mucho que descarga una charla entre amigos y la placidez que se siente dejando de controlar al mundo para que no te arañe. Cuando nos cuenten que la medicina que necesitábamos era perdonar y perdonarnos…
Cuando nos digan que cada vez que pisoteábamos a otros era como si nos lo hiciéramos a nosotros mismos porque estamos fabricados de la misma substancia y todo lo que afecta a unos afecta a otros…
Cuando nos cuenten que cada injusticia que hemos cometido se nos ha enquistado en una parte del cuerpo y nos quema por dentro como si fuera propia, que algunos la llevan cargada en la espalda y les pesa y otros la acumulan en el pecho y les acelera el corazón… Cuando sepamos que mirar a otro lado no borra lo que pasa, sino que lo hace más terrible…
Cuando admitamos que  sólo nos hacía falta un poco de empatía y compasión para con otros y con nosotros mismos, que sólo necesitábamos escuchar y no pasar de largo ante el dolor ajeno. Cuando seamos capaces de decirnos a nosotros mismos que tenemos tanto miedo que a veces huimos y otras atacamos para poder soportar la angustia que nos supone sentir y no controlar lo que sentimos…
Cuando advirtamos que nos cubrimos de excusas para no hacer y luego nos dedicamos a culparnos y culpar a otros de nuestras «no decisiones» y del dolor que soportamos por ser incapaces de asumir responsabilidades…
Cuando sepamos que lo único que debíamos hacer era respetarnos y amarnos. Aceptarnos  y aceptar a los demás tal y como son.
Ayudarnos a superar las cuestas más duras para ser más grandes…
Hacer el camino acompañados y contemplar cada detalle como si fuera único, como si fuera aún más efímero, como si fuera mágico.
Cuando descubramos que sólo hacía falta dar las gracias por todo lo que tenemos y soñar con cambiar lo que no era justo…
Cuando nos demos cuenta de que el remedio estaba dentro de cada uno de nosotros y sólo necesitábamos creérnoslo y compartirlo… Confiar que sabríamos cómo hacerlo si éramos sinceros y humildes, si lo deseábamos tanto que no nos conformaríamos con menos y obraríamos milagros.
Algún día descubriremos que lo grande subyace en lo pequeño.
Que lo más difícil vive en lo sencillo, en lo básico.
Que la felicidad es salud y la salud es felicidad.
Que la belleza es el amor que damos.
Que, a veces, lo que más importa desaparece cuando dejas de apreciarlo y hay que cazarlo al vuelo.
Que la respuesta está en nosotros. Ha estado siempre esperando a ser rescatada de entre la maraña de egos y miedos absurdos.
Algún día descubriremos que sólo debíamos fluir y hemos pasado siglos contenidos, estancados, asustados, avergonzados de ser nosotros mismos… Que lo sencillo era la respuesta…
Algún día sabremos que el antídoto eran las palabras y que hemos pasado mil años sin aprender a usarlas…
Algún día… Quizás no está lejano.
 

Para que no desaparezcas

Para que no desaparezcas

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No te contengas, no cabes. No has sido imaginado para comprimirte y enclaustrarte. Eres demasiado grande para quedar atrapado en una presa imaginaria y demasiado libre para creer que no eres capaz de volar.
Si no vas a saber encoger tu entusiasmo para entrar en una versión de ti mismo más reducida, no te rebajes a intentarlo ni creerlo.
Si necesitas que te digan quién eres, no escojas para ello a quién te engaña o te envidia. Escucha a tus entrañas y ama tus locuras. Ellas saben a dónde vas y qué te niegas.
Recuerda siempre que cuando te sueñas triste, te asfixias, te desgajas.
Cada vez que sólo buscas sueños asequibles, te haces pequeño. Cada vez que dejas que tus sueños sigan siendo sólo sueños sin ponerles fecha ni trazar un mapa, te encoges.
Cada vez que te pruebas un sueño y dices que te va grande, te conviertes en esa persona a la que ese sueño le va grande.
Cuando dibujas un círculo a tu alrededor, reduces tu perímetro, recortas tu mundo, comprimes tu conciencia y tu cabeza.
Si buscas besos, no vendas abrazos baratos ni te conformes con un deseo deshilachado.
Cuando te imaginas seguro y oculto, te alejas de ti mismo para aferrarte a un ser menor que necesita salvavidas para nadar en su conciencia.
Cuando te acercas a la fuente y no te atreves a beber, te fundes.
Cuando te sueñas con miedo, tu alma se queda virgen y tu cuerpo se cubre de escarcha.
Cada vez que ocultas tus lágrimas y reprimes tu osadía, caminas hacia atrás en el camino hacia ti mismo.
Cada vez que dices en voz alta que no puedes, una muñeca de vudú gigante te clava una astilla en el alma. Cada vez que insinúas que no mereces, un duende caprichoso borra tu nombre de la lista de milagros.
Cuando no te atreves, uno de tus dones se esfuma.
Cuando dices que no deseando decir que sí, uno de tus superpoderes se atrofia.
Cuando te sueñas cobarde, te arañas y encoges.
No te borres las ganas creyendo que no eres capaz de dar el salto porque entonces tus pies serán más pesados y el pasado te explotará en la cara.
Cuando la pereza te invade, tu aroma se vuelve rancio…
No deshojes margaritas preguntando algo que ya no te importa porque has descubierto que el amor te viene de serie…
No bajes la cabeza escondiéndote por no llegar a ser la imagen del espejo que otra persona busca… No busques espejos, busca personas que te permitan brillar.
No busques perfección, busca deseo. Busca pasión y si la encuentras, atrápala.
No busques simetría, busca pura belleza, sin medidas ni condiciones.
No contengas tus fibras en una mueca amarga porque podría quedarse retenida en ellas y hacerse una cabaña.
No abras la puerta al sufrimiento porque podría instalarse en tu casa, devorar tu alegría y meterse en tu cabeza.
No busques respuestas vacías, piensa bien las preguntas porque son las que marcan el camino.
Cuando dices que no sirves, tu brillo se apaga.
Cuando suplicas ser como todos los demás, te desdibujas…
Porque cuando te pones fronteras te podas la vida, te cercenas el alma.
Cuando te imaginas pequeño, te achicas, te contraes, te suprimes… Te conviertes en un ser diminuto.
Cuando te sueñas cansado, te desconectas de ti mismo.
Por eso, no pares, no te detengas, no caigas en la tentación de pensar que no puedes, no cedas ante ante esa versión de ti mismo que se asusta…
No desaparezcas de tu vida.
No te metas en un traje pequeño y esperes hacer cosas grandes…