¿Qué te convierte en un gran comunicador?

¿Qué te convierte en un gran comunicador?

group-1825503_640
¿Qué te convierte en un gran comunicador?
Una pregunta básica, de respuesta complicada. Siempre he considerado que no hay buenos ni malos comunicadores, porque cuando comunicamos mal, sencillamente no comunicamos  y el hilo invisible que nos une con nuestro público se corta. Lo que sí ocurre es que con nuestra «no comunicación» informamos a los demás de muchas cosas que tal vez no quisiéramos compartir. Falta de rigor, falta de preparación, falta de conocimientos, falta de valor… Seguramente, mucho de esto no es cierto, pero es lo que transmiten nuestra cara de pánico y nuestros titubeos.
Cuando pregunto a veces en un aula qué creen los alumnos que hace de alguien un gran comunicador, en la mayoría de ocasiones, se dedican a enumerar una serie de aptitudes o puntos fuertes.
La verdad es que el talento innato ayuda, pero se puede aprender a comunicar con esfuerzo y empeño si se le ponen ganas y se hacen ejercicios para superarse con ayuda de profesionales, tal vez.
Si se pude conseguir con aptitud y con esfuerzo, entonces, ¿por qué no hay por ahí grandes comunicadores en las esquinas? ¿lo puede hacer cualquiera?
Este cóctel de esfuerzo y  talento es una fórmula de éxito que muchos de los grandes aplican, sin duda. Aunque yo siempre he creído que no hay mucho secreto, si intentas algo cien veces tienes más posibilidades de conseguirlo que si lo intentas una vez. Si no lo intentas, tal vez te caiga un día de cielo sin haber hecho nada por ello pero seguramente no sabrás gestionarlo.
Lo que nos cuesta conseguir se convierte en oro. Y no sólo cuando ya lo tenemos y tocamos, ya es oro para nosotros durante el esfuerzo porque nos está ayudando a cambiar y evolucionar.
Hay, sin embargo, tantas personas con talento que se esfuerzan y no lo consiguen (hecho que no significa que no consigan nada, seguramente encuentran mil retos mejores en ese camino que les hacen grandes y sabios).
¿Qué te ayuda a comunicar?
¿Una hermosa voz? Os pondría mil ejemplos de personas que tienen voces desgarradoras y estresantes y son grandes comunicadores. Algunos incluso tartamudean y, a pesar de ello, llegan a nosotros cuando hablan.
No me molestaré en citar la buena presencia. Claro que todos preferimos ver en el atril a alguien agraciado físicamente, pero la mayoría de mis referentes en comunicación son personas que no destacan por ello.
¿Es lo que dices? ¿hace el mensaje que seas un gran comunicador? No lo creo, pienso que un gran comunicador puede trasladar cualquier mensaje mientras crea en él y sepa que lo que está contando es algo valioso que puede ayudar a quiénes le escuchan.
¿Son las técnicas aprendidas y los cursos de oratoria? Seguramente son de gran apoyo y te permiten mejorar, te dan recursos para explorar y te ayudan a encontrar esa parte de ti que conecta con tu público… Pero ¿qué te hace conectar con tu público? ¿qué puedes ofrecer tú que no ofrecen otros y que hará que tu audiencia se quede con tus palabras y tus gestos?
Si talento y esfuerzo son necesarios pero tal vez no bastan, ¿qué más hace falta para comunicar?
Tú. Tu esencia y tu forma de ver la vida. Después de dar mil vueltas, he llegado a la conclusión que comunicar es una cuestión de actitud. De ser capaz de ponerse ante un auditorio y contar tu propia versión. Desgranar una parte de ti, hasta donde quieras o necesites, y mostrarte sin temor. Por eso siempre insisto en que para comunicar es necesario haber hecho bastante el ridículo. Cuando digo esto, no me refiero a quedar en evidencia porque sí, me refiero a defender tu versión de la vida hasta donde haga falta sin avergonzarte de ella. Mirar al mundo a la cara sin bajar la vista. Ser tú sin esconderte porque sabes que eres digno y puedes ofrecer mucho a los demás y a ti mismo. Ser valiente cada día, con tus palabras, con tus gestos, con cada una de tus miradas… Plantar cara sin herir, no arrugarse… Cuando alguien ha superado unos cuantos ridículos y malas caras por defender su manera de vivir, está preparado para deslumbrar al mundo con el tesoro que ha conseguido. Cada golpe superado te hace más capaz de comunicar. Cada peldaño que subes hacia ti mismo y tu plenitud te hace crecer lo suficiente como para ser que otros puedan aprender de ti y tú de ellos. Cada vez que sales de una habitación con la cara bien alta después de haber lidiado con una situación adversa te impregnas de algo que te hace más atractivo como ser humano y más interesante. ¿El gran comunicador es el que ha tenido más tropiezos? en gran parte, seguramente, sobre todo si de cada uno de ellos ha salido airoso, no por ganar si no por aprender.
Tú eres la respuesta que buscas. Ofrecer a los demás un poco de esa emoción que te recorre el cuerpo cuando expones tu discurso. Disfrutar de ese momento y hacer que ellos disfruten y compartan tu entusiasmo. Acercar el discurso a los demás y contar tu historia… Los grandes comunicadores siempre cuentan historias. Ahora lo llamamos storytelling pero hace siglos que se practica. No hemos inventado nada, lo hemos catalogado y redescubierto, le hemos dado valor a lo que se ha hecho siempre y lo hemos divulgado y sistematizado…
¿O es que ninguna de vuestras abuelas practicaba networking cuando iba al mercado? O cuando nuestros padres o nosotros mismos nos apuntábamos a una entidad para hacer actividades extra escolares no nos comportábamos como en una red social compartiendo conocimiento y haciendo relaciones públicas? ¿No llegábamos y nos dábamos a conocer poco a poco hasta integrarnos en el grupo?
Lo que hace de alguien un gran comunicador es que deje a su público entrar en una pequeña parcela de su alma para que hurgue en ella. Mostrar desde la honestidad una parte de sus experiencias, rendirse ante ellos y mostrar la yugular para decir “no tengo miedo, soy así, tengo mucho que ofrecer y ganas de escucharte”.
Para comunicar hay que soltarse sin dejar de llevar el timón. Para soltarse hay que sentirse bien con uno mismo y saber que has saltado algunos muros que te hacen superar el perímetro de tus miedos. Ser vulnerable no es negativo. Nada seduce tanto como ser capaz de mostrar tus debilidades sin temor, porque al hacerlo, empiezan a ser tus fortalezas… Y es entonces cuando controlas la situación y no pierdes el timón.
¿Qué hace de ti un gran comunicador? La confianza, la autoestima, la emoción.
Nada te acerca tanto a tu público como ser capaz de emocionarle porque consigues transmitir tu propia emoción… Para emocionar es necesario exponerte y correr el riesgo de dar algo que forma parte de ti… Algo que, por otro lado, nadie puede robar ni perder porque es tuyo, conseguido fracaso o fracaso, golpe a golpe y día a día de ganas de infinitas de ser mejor. Tu marca personal…  Tu coherencia contigo mismo y con el resto del mundo. Se habla tanto de este increíble  y casi indefinible concepto ¿a caso no es tu forma de ver la vida y todo lo que has aprendido? ¿no es una especie de amasijo entre tus sueños, tu esfuerzo, tus logros y tu forma de enfrentarte a las adversidades? Lo que dejas tras de ti cuando marchas y hace que los demás te recuerden. Tu necesidad de compartir conocimiento…
Querer ser mejor te hace un gran comunicador también… Si eres capaz de decirlo en voz alta y acompañarlo de tus miradas y gestos. Cuenta tu historia, que sepan quién eres y qué te mueve en la vida, qué buscas y qué has encontrado por el camino mientras buscabas… Qué te ha dejado marca.
Porque al final, comunicar es ser persona… Cierto, pero sobre todo, saber mostrarlo… Ser capaz de abrirse en canal y compartir tu esencia.
 

Mala memoria

Mala memoria

diente-de-leon-2

Una vez oí decir a un sabio que para ser feliz hace falta tener buena salud y mala memoria. Dijo que los dos conceptos estaban intrínsecamente relacionados. Para estar sano es necesario soltar todo lo que nos amarra al sufrimiento, al dolor, a la frustración, al miedo y al resentimiento. Impedir que el recuerdo nos reconcoma… 

Yo siempre he tenido en mi vida muy presente mi pasado y, en aquel momento, pensé que me iba a ser muy difícil. Levar anclas es un trabajo arduo cuando llevas años hundiéndolas para no perder el amarre por temor… Curiosamente, no hacía demasiado, alguien que no era sabio sino todo lo contrario, se había despedido de mí para siempre con una frase como “quiero que olvides el pasado, no vivas pendiente de él porque te impide ver el presente”. No sé por qué lo dijo, no creo que me hubiera conocido lo suficiente como para saber de mi querencia a los recuerdos y a la pátina dolorosa que a veces siguen encerrando. Ni siquiera creo que su inteligencia emocional estuviera lo suficientemente crecida como para entender el significado extraordinario de la sentencia con la que me dejaba atrás… Con el tiempo, he llegado a creer que era un bárbaro con un momento de lucidez ilustrada inexplicable. Nunca se sabe… Tal vez la oyó en alguna película y la memorizó para decirme algo impactante como despedida. Quizás no supe valorarle. El caso es que mi consejero involuntario me regaló desde la ignorancia un hermoso regalo de adiós. Y durante muchos días, puesto que el mensajero era un poco limitado en esto del desarrollo personal, lo admito, valoré aquella sentencia sin justa medida… Pensando que lo que viene de un tonto, tontería es.

Hoy en día, yo he madurado un poco (eso creo) . Y no sólo sé que la vida está llena y repleta de héroes involuntarios que te salvan sin querer y que, como he dicho en alguna ocasión, no es necesario que tus maestros sean más sabios y emocionalmente desarrollados que tú. Y ya no llamo a nadie tonto, por respeto. Procuro buscar en él siempre algún tipo de inteligencia, todos la tenemos, como mi ignorante necesario.

Aunque, vuelvo al sabio. Mala memoria para ser feliz. Luego me di cuenta, consiste en olvidar lo que duele. Recordar de lo ocurrido esa parte blanda y dulce o esa parte amarga que lleva consigo un aprendizaje valioso. Y borrar culpas, resentimientos, rabias y asco acumulados. Nada cura más que el perdón a quien lo concede… Y es tan complicado de aplicar, a veces. Sobre todo el perdón a un mismo por los desatinos, por las faltas, por no cumplir expectativas que nada tienen que ver con nosotros, por no saber reconocer nuestra autenticidad…

Buena salud y mala memoria. Vivir el día a día. Planificar cosas maravillosas sin agobiarse ni obsesionarse. Tener claro a dónde vamos, pero sin dejar de mirar al paisaje…  Con los pies en el suelo y las manos tocando el cielo…

Olvidar el zarpazo y quedarse con el proceso de superación que nos conllevó cerrar la herida. Olvidar las malas caras y las malas intenciones y quedarse con el resultado del proceso, nosotros ahora, nuestra versión mejorada. Somos el resultado de todos esos golpes.

Y no recrearse en la caída, mejor recordar la bravura que tuvimos al levantarnos. La valentía, la fuerza, las ganas… 

No somos el que cae, sino el que se levanta. No somos el que queda en evidencia, sino el que se atreve a pedir lo que quiere. No somos el que se pone enfermo, sino  el que se cura. No somos el que llora, sino el que consigue volver reír. No somos el que  se equivocó, somos el que aprendió de su fracaso. No somos el que perdió la carrera, somos el que fue capaz de enfrentarse a ella y superarse a cada paso.

Y mi héroe involuntario no es el que me dejó, es el que me dijo la frase mágica que me llevó a olvidar un poco el dolor.

Y Yo… Yo no soy la que no sabía cómo enfrentarse a la vida pendiente de pasado angustioso, soy la que aprendió a hacerlo poco a poco e insiste cada día para superarse.

Mala memoria de la buena…

Como las madres que cuando miran a sus hijos no recuerdan el dolor del parto o la gran espera hasta poder adoptarlos sino la felicidad de tomarlos en sus brazos por primera vez y quererlos sin límites… 

O como las águilas, que me contó una buena amiga que viven setenta años y al llegar a los cuarenta vuelan hasta una cueva  para renovarse por completo y dejar atrás su cuerpo cansado. Allí se golpean el pico hasta arrancarlo, para luego, con el pico nuevo poder arrancarse las uñas y, con ellas renovadas, las alas. El proceso dura cinco meses y cuando termina, el ave se ha desprendido de lo viejo y está totalmente renovada y preparada para vivir treinta años más. Sin lastre… Porque a veces, hay que arrancar lo viejo y gastado que hay nosotros y renovarse. Sacarse los pensamientos tristes y amargos de encima y empezar otra vez… Hace falta tenacidad para dar el vuelco… Porque ser feliz es una tarea de gran envergadura… Las águilas se atreven y lo consiguen.

Buena salud y mala memoria… ¡Qué gran sabio! 

Por cierto,  el sabio era el prestigioso psiquiatra Luís Rojas- Marcos, al que tuve el placer de escuchar en una conferencia hace unos años.

El héroe involuntario… ¿importa? ya sólo existe en mí a través de su frase… ¡Gracias a ambos!

Por si no deseas postergar más tus sueños…

Por si no deseas postergar más tus sueños…

hatching-chicks-2448541_640
Piensa qué deseas y qué puedes ofrecer.
Encuentra tu talento y descubre cómo puedes potenciarlo. En el fondo, tú ya lo sabes… Busca lo que te hace diferente y único. Y practica sin parar… El mejor en algo es a menudo el que lo ha hecho más veces y ha puesto los cinco sentidos. El que se examina a sí mismo con ojos críticos y constructivos. Aunque tan importante es la experiencia como el entusiasmo, no lo pierdas nunca…
No te entretengas mucho estudiando para perfeccionarlo, ya lo harás. Trabaja en ello cada día, ensaya, ponte en marcha, actúa. El mejor escritor es el que escribe cada día, el que empieza a escribir sin saber qué va a decir pero junta palabras porque sabe que en algún momento tendrá una historia porque sabe lo que quiere contar… La mayoría de veces apuntarse a un curso para perfeccionar es la mejor forma de postergar. Y si lo necesitas, hazlo al mismo tiempo o analiza si lo haces para eludir la responsabilidad de ponerte en marcha…
Decide si realmente el esfuerzo vale la pena para ti
Si te compensa, si aceptas el reto o eres demasiado perezoso. Sácate el letargo de encima y decide si vas a aguantar todo el esfuerzo… Si miras a tu alrededor y no te gusta lo que sientes, no tienes nada que perder. Toma energía, toma impulso, ilusiónate a cada momento.
Haz sobradamente el ridículo
Hazlo si hace falta, exponiéndote, mostrándote. Busca tu público, busca quién puede estar interesado en lo que tú haces, a quién beneficia, a quién puedes ayudar… Equivocarse no es hacer el ridículo. Lo realmente ridículo es esconderse por temor a lo que piensen los demás.
Exhíbete sin miedo. Siente el vértigo de tropezar y caer, de notar todas las miradas en la nuca y esquivar todos los comentarios… Si te pones en primera fila, recibes los golpes y también los elogios. Asume el riesgo de quedar en evidencia… ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿De verdad es tan importante que murmuren? ¿De verdad es te molesta tanto que se rían o que critiquen?
Mejor que otros crean que haces el ridículo que quedarse con las ganas de vivir…
No des demasiada importancia a las críticas, revisa las bienintencionadas, las de personas que dominan la materia en cuestión y las de todos aquellos a quien admiras y ríe con las demás. Tal vez lo que para ellos es una locura, para ti sea una forma de ver la vida. Los que hacen algo extraordinario, algo innovador, algo que rompe con todo, siempre reciben incomprensión al principio. De alguno de esos comentarios que te hagan puede salir alguna idea interesante, aunque habrá personas que no te entiendan nunca, tal vez no sean tu público. No te obsesiones…
Estoy segura de que a quién construyó el primer avión de la historia de la humanidad muchos le mirarían con recelo y harían mofa de su sueño… Construye tu avión si crees que es bueno, si crees que aporta valor, si te hace mejor ¿qué importa qué piensen?
Sacude tus miedos y toma las riendas.
Revela tus aptitudes, comparte
Regala tu talento y no seas tacaño con él. El talento oculto se empobrece, se hace pequeño y pierde brillo. Demuestra que tus aptitudes son útiles, que mejoran la vida de los demás, que aportan un valor… Muéstralas… En las esquinas de las calles más transitadas, en las redes sociales, en cualquier lugar donde sea un reto… Comparte tus conocimientos y experiencias. Si has descubierto algo que mejora la vida de los demás, cuéntales cómo hacerlo. Si sabes cómo ayudarles, hazlo. Si escribes, publica un blog, atrévete con un libro. Si actúas, actúa para todos y hazles sentir. Si cantas, haz que oigan tu hermosa voz… Si construyes aviones, construye uno… No esperes a que te lo pidan, hazlo. Mejora tu vida y la de los demás cada día…
Regala tu talento hasta que un día alguien pague por él. Y luego, cuando lo hayas demostrado, pide lo que vale. Valórate tú primero, no esperes a que otros te tengan que decir que eres único para creértelo. Si no te quieres, esto no va a funcionar.
No dejes nada pendiente
No dejes nada para otro día, porque el genio de la lámpara pasa hoy por esa esquina a la que te da pereza ir a tocar o entrará hoy en tu blog para ver si has escrito algo nuevo que merezca la pena… Si no sabes si ir o quedarte, si no tienes claro si moverte o quedarte quieto… ¡Actúa! Si dudas entre decir sí o decir no, dí que sí.
Traza tu plan 
Sé tú marca y véndete. Sé coherente contigo mismo y con lo que haces. Sé honesto. Cuida tus formas, mima los detalles… Busca a quién conocer. Entra en todas la redes sociales. Métete en todas las salsas. Lee a todos los sabios. Pregunta, expone, agradece y, sobre todo, insiste. Cien, mil, cien mil veces si hace falta. Y si no surte efecto, recalcula tu ruta y piensa qué no está funcionando. A veces, es por el camino que sigues, otras por la actitud… Otras, es porque te faltan cinco minutos para llegar pero no lo ves porque estás muy obcecado en lo que falta y no valoras lo que tienes.
No te estanques. A veces los sueños se nos hacen viejos y nos caducan antes de cumplirlos. A veces, eso ocurre porque no los deseamos tanto como creemos en realidad, porque son sueños prestados o porque en el fondo, lo que nos gusta es soñar y no tocar, no llevarlos a cabo… Soñar sin actuar es frustrante pero al mismo tiempo, plácido y cómodo.
Huye de la comodidad, es para mediocres
Otras veces, no encontramos la forma, no planificamos, no ponemos fechas para empezar ni diseñamos una estrategia para saber cómo llegar. Pon fechas a tus pequeños logros  pero hazlo sin que sean correas que te oprimen. Sé razonable contigo,  no te exijas hasta asfixiarte, déjate un margen, modifica tus recorridos si es necesario… Para superar tus límites no es necesario que seas un tirano contigo mismo, que tes esfuerces no significa que no disfrutes, sino todo lo contrario. Y salir de tu zona de confort no significa sufrir.
Actúa como si ya fueras esa persona que sueñas ser
Empieza a ser ahora quién sueñas ser. Sé esa persona que está oculta en ti y que quiere salir y gozar de otra forma de vida. Visualízala. Anda como anda esa persona, siéntete como se siente ella, haz lo que ella haría y piensa lo que pensaría … Ponte en la situación y nota cómo cambias. Respira como respirarás cuando seas como quieres llegar a ser, viste como vestirás cuando seas dueño de tu vida. Esa persona eres tú, esa persona que una vez libre de la etiqueta que lleva ahora y de unas limitaciones absurdas, abraza lo que desea. ¿Imaginas cómo te sentirías? Pues siéntelo ahora y vibra de emoción. Esa vibración será tan intensa que podrá notarse desde cualquier lugar, se notará cuando los demás te miren a los ojos… Ellos verán lo que tú eres y lo que tú sueñas, verán en ti lo que sabes de ti, verán lo que tú confías que puedes hacer…
Sé ahora lo que sueñas con ser mañana y el mundo se dará cuenta de que ya lo eres.
Da siempre las gracias. Sé humilde. No estás solo, no eres el centro de nada, no olvides que vas de la mano con tus lectores, con tus clientes, con tus oyentes, con tus consumidores…
Disfruta. Disfruta con tu talento, con todo lo que haces y el entusiasmo que le pones a cada gesto. Disfruta porque eso engancha mucho a quién te sigue. La emoción que sientes tú es lo que emociona a los demás, tus ganas serán las suyas, tu ilusión será la suya…
Ten mala memoria. Sé optimista y olvida lo que sobra en tu nueva vida. Ahora viajas ligero y en la maleta ya no te caben ni dolor ni resentimiento… No hay lugar para culpas ni reproches. No acumules recuerdos que arañen y salpiquen tu vida actual. Exprime de ellos lo bueno y suelta el resto. Asume, sonríe y cabalga.
Confía en ti y lidera tu vida. Recuerda siempre que puedes y que quieres, recuerda quién eres… Recuerda que llevas las riendas y decides. Eres grande, haz que se note…

Deja que la vida te sorprenda

Deja que la vida te sorprenda

butterfly-1127666_1280

Me preguntaban el otro día qué quería ser de mayor. Hace un tiempo, no mucho, hubiera respondido hablando de mi familia y mi trabajo, de cómo quiero evolucionar como ser humano y arreglar mis carencias. Sin embargo, el otro día, hurgué en mí y respondí que quería llegar a ser una persona con menos apegos, que quería fluir. Dejarme llevar, dejar de controlarlo todo, de aferrarme a mis cosas como si no pudiera vivir sin ellas… Trazar mi camino y defender mi sueño, pero sabiendo que podré vivir sin él hasta que llegue. Que hay vida más allá de mis retos. Que cuando los consiga, me reinventaré, que soy capaz de respirar profundamente tanto si llego mis metas como si al final descubro que no eran para mí porque se desdibujan. Que vivo intensamente mientras camino hacia ellas… Que puedo fracasar sin hundirme y seguir… Que me puedo permitir vacilar y perder.

Es útil planificar una estrategia para conseguir lo que sueñas, tener claros tus objetivos, esforzarte y poner todo tu talento a trabajar. Ser optimista y saber que puedes, que lo mereces, que eres capaz de no rendirte, de encontrar esa fuerza en ti que te hace luchar… Aunque habrá que dejar margen a la vida ¿no?

Habrá que permitir al mundo que te pille desprevenido y te muestre algunas cosas que no verías si sólo vives en tu interior. Para conseguir tus retos, tu voz interior es importante pero tendrás que escuchar otras voces… Y no me refiero solo a dejar margen al error, hablo de dejarse deslumbrar por el mundo hasta el punto que te des cuenta de que alguna de las cosas o personas que te rodean te hacen cambiar de rumbo, que te cambian a ti.

Hay cosas que podremos conseguir luchando y otras no. Cosas que dependen de nuestro empeño y cosas que no. Eso no significa que debamos dejar de intentarlo, significa que hay que intentarlo aún más. Que hay que abrir mucho los ojos para no perder detalle de nada, por si hay que zarandearlo todo y volver a empezar. Tal vez, si no alcanzamos algunos de nuestros retos es porque nos esperan otros aún mejores o porque era necesario ese peaje para aprender…

Mis apegos, me preguntan, ¿cuáles son? La necesidad de controlar siempre, de tener claro que sigo el camino correcto, que no fallo, que no defraudo. Necesidad de escrutar cada paso, cada recodo, cada cruce de ese camino… Para no perderme o desviarme… Saber que si no lo consigo no es por mí responsabilidad, si no por las circunstancias… Y ¿cómo voy a ver esas circunstancias si solo miro el camino trazado por mí? ¿cómo aprender si no me permito fallar?

A veces, perdiéndote, encuentras lo que no estaba en tu plan diseñado para triunfar y te hacía falta para llegar… Un amigo, un maestro, un error necesario, un obstáculo que saltar para demostrarte que puedes… Un pañuelo para anudarse al cuello por si hace más frío del previsto…

Mis apegos… Necesidad de saber qué, cómo, cuándo, por qué… De darle vueltas a todo sin parar hasta encontrar razones que a veces no existen o que no se explican con la cabeza sino con la emoción. Necesidad de acabar con la incertidumbre que te muerde la cola, que te quema en el estómago o que se te carga en la espalda.

Mis apegos… Las culpas… Cargar con el peso de no ser, de no llegar…

Mis apegos, la seguridad de no destacar, de no brillar, de no sacar a la luz mis diferencias… Esos temores que a veces me llevan a la tentación de encerrar mi imprudencia innata y dejar de correr riesgos… De enjaular mi querencia a lo nuevo, lo fantástico, lo que no se toca pero te toca… Meter mi ilusión siempre sobredimensionada ante todo en una caja y lanzarla al mar… Y pensar que es mejor conformarse…

¿El antídoto? Sentir… Saber que, sea lo que sea lo que nos depara el futuro, es lo que debe pasar porque sabremos cambiarlo o cambiaremos nosotros para saber cómo vivirlo. Sea bueno o malo en apariencia.

Borrar la culpa y tomar las riendas.

Admitir que todas las metas son válidas… Tanto si llego por mar como por aire… Como si al final decido apearme y cambiar de sueño. Como si al final, al llegar, paso de largo, porque he visto algo más allá que brilla más o he crecido tanto en el camino que no quepo en mi sueño porque mientras luchaba por él me hice mayor… Por si tal vez prefiero detenerme y escuchar como crece la hierba o me late el corazón y dejo la carrera.

Todos debemos descubrir que, pase lo que pase, será lo que hace falta que nos pase para que lleguemos a dónde queremos llegar. Porque sabremos cómo actuar para darle la vuelta, porque encontraremos la pista que nos permite continuar. Porque podemos confiar en nuestras aptitudes para sobrellevar el futuro. En el trabajo, en las relaciones personales, en todo lo que nos afecta y circunda.

A veces, algo que está fuera de tus planes te acaba llevando a tu deseado destino.

Algo que no tenías previsto puede ser un soplo de aire fresco, lo que active en ti el interruptor que te permitirá poner en marcha tu mejor versión… Quizá para alcanzar tu meta, quizá para encontrar otra distinta que colma tu vida aún más.

Quizá para descubrir que eres algo más que tus metas y tus sueños…

A veces, un obstáculo es la salvación para dejar tu plan trazado y ver el que la vida te propone.

En ocasiones, entras en tu futuro por la puerta de atrás cuando llevas siglos golpeando la puerta delantera para pasar. ¿Fue en balde? tal vez debías hacerlo  para dudar, para caer, para pensar, para acumular más entusiasmo, para aprender a saber cómo no se hacía.

A pesar de tener clara la estrategia y emplearse a fondo, hay que dejar que la vida nos asombre. Dejar margen para equivocarse, soltarse, para contemplar lo que pasa a nuestro alrededor… No podemos seguir un camino y sólo mirar nuestros pies y dejar de admirar lo que nos rodea a cada paso porque está repleto de respuestas y nuevas preguntas, porque está lleno de belleza e inquietud…

Hace unos años, una persona me dijo  : “el verano pasado, por suerte, me rompí una pierna”. En aquel momento, me quedé perpleja, pero con el tiempo lo entendí. Esa persona me explicó que, gracias a que se rompió una pierna, tuvo tiempo para descansar y pensar qué quería hacer con su vida y darse cuenta de que lo que ocupaba sus días no la hacía feliz…”

Para bien, para mal… Nunca se sabe.

Lo que importa es que pase lo que pase sepamos gestionarlo y podamos dejar de tensar la cuerda que nos ata a nosotros mismos, que ya asfixia y aturde. Que nubla y no deja imaginar ni crear.

¿Qué quiero ser de mayor? Quiero dejar mi apego a todas esas cosas que me frenan y a las que temo perder, que podrían desvanecerse en un momento si no consigo mantener el equilibrio en esta cuerda floja… Quiero vencer el temor a no saber qué pasará… Quiero abrazar la incertidumbre de mis días y bailar con ella…

Pensar que si no te rindes y tienes claro lo que quieres, encontrarás la respuesta… Confiar… Saber que encontrarás el modo de alcanzar lo que buscas.

Descubrir que tus sueños pueden redibujarse, que tú puedes redibujarte, que tu universo es elástico y tú eres demasiado grande como para contenerte en una excusa o un lamento.

Y dejar que la vida te sorprenda. Tal vez su plan es aún más apasionante de lo que imaginas.

Manifiesto

Manifiesto

Agua by Samuel Scrimsha

Foto : Agua by Samuel Scrimsha


Prometo llevar la contraria siempre que sea necesario.

Prometo decir no, cuando crea que no puedo quedarme quieta ante una injusticia o asumir una conducta que no me define. Prometo decir sí, cuando nadie lo diga…

Prometo un poco de selva verde en un pedazo de asfalto gris y un universo entero contenido en una mirada.

Prometo presentar batalla con mis palabras y la humildad de mis gestos. No achicarme ante las sombras ni esconderme entre mis pliegues ante los problemas cotidianos.

Prometo no contenerme. Vaciarme, expandirme, inundar lo que amo y envolverme de cielo…

Prometo mar y olas y arena tibia bajo los pies en mil tardes de verano… Prometo lumbre para el invierno y castillos ocres de hojas secas en los otoños más melancólicos. Prometo fuego en el inviero más  largo y severo.

Prometo dejarme llevar por la música y amansar a la fiera que me habita. Prometo sacar a la bestia apasionada que duerme en mí para comerme la vida… Prometo intensidad y efervescencia.

Prometo risa y buena locura controlada. Prometo irreverencia  para decir lo que tengo que decir y llegar hasta donde me dicte la conciencia. Prometo pasarme y no quedarme corta.

Prometo dudas e inquietudes…

Prometo silencio y prometo palabras.

Prometo quedar agotada intentando conseguir mis metas. Quedar exhausta y tan solo parar para tomar aliento y no perderme los rostros de las personas que están a mi lado y que me acompañan.

Prometo cariño aunque está cansada. Prometo aguantar noches en vela dando la mano y tardes de conversación sin tregua.

Prometo esfuerzo y voluntad de hierro, de ese hierro candente que también se doblega y adapta.

Prometo abrigo cuando se cuele el invierno en el alma y viento fresco cuando el aire se corrompa y el agua esté estancada.

Prometo trabajar mi carácter irascible y mi mente agitada. Buscar la calma que apacigüe mi impaciencia y sosegar mi conducta impertinente. Prometo abandonar al centinela que llevo dentro y que controla que no me desborde ni me suelte…

Prometo sentirme libre cuando me aten.

Prometo no atarme a nada más que mi cordura y mi conciencia.

Prometo dejar de tender al sol mis reproches y lamentos,  dejar de doblarme cuando según qué ojos me miran y de agachar la conciencia si me soslayan por las esquinas para ignorar mis pupilas deseosas.

Prometo no esquivar…

Prometo paciencia, aunque se me haga una montaña abrupta. Prometo seguir ilusionándome, aunque tenga que aprender a no esperar nada.

Prometo toda la imprudencia y osadía necesarias para fabricar mundos y desdeñar existencias sin substancia.

Prometo ser un incordio, si hace falta hasta el último día, ante aquellos que le buscan atajos a la decencia o le ponen riendas a la libertad.

Prometo volver locos a los que sólo critican, ignorando sus miradas de asco y prestar atención a los que miran con ojos bondadosos… Prometo contar historias con protagonistas asequibles y cuentos con finales sin perdices.

Prometo llegar al último día dispuesta y con cara de guasa.

Prometo mucha ironía fina y sinceridad descontrolada… Seguiré sin poner puertas a mi campo de flores rojas y sin quitar las espinas de mi lengua avispada e irreverente.

Prometo humildad y firmeza.

Prometo alegría y esperanza.

Prometo abrazos y algún corte de mangas… Sábanas limpias, ventanas abiertas y versos sin rimas forzadas.

Prometo valor y perseverancia. Prometo no olvidar quién soy, ni vender mis principios en los mercados o dejar caer mis valores en las charcas.

Prometo quedarme prendida en un rama antes de caer al vacío y ser la roca que deja que las olas la esculpan con la marea más brava.

Prometo ser también la marea y la rama.