Escoge bien tus palabras

Escoge bien tus palabras

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Somos las palabras que usamos para definirnos. Aún más, las que usaron otros para definirnos cuando éramos niños y necesitábamos que nuestros padres nos dijeran quiénes éramos y hacia dónde teníamos que dirigirnos.

Si bien es cierto que sólo con ser optimista nada se consigue, nuestros pensamientos tienen un papel primordial en nuestra vida. Construimos nuestro día a día de pequeños instantes en los que nuestras palabras tejen nuestras acciones, nuestras emociones, y forman un hilo conductor que nos permite llegar al siguiente paso con un equipaje positivo o negativo.

Somos las palabras que usan las personas que nos rodean. Somos un poco también las personas de las que decidimos rodearnos y aquellas que no podemos evitar que formen parte de nuestra vida y que jamás elegiríamos si de nosotros dependiera. Supongo que, ya que todas nos hacen aprender, algunas están ahí para que aprendamos a sobrellevarlas y tal vez ayudarlas a mejorar y otras, vienen a poner en nuestro ánimo las ganas de ser mejores nosotros…

Somos las palabras que decidimos escuchar y las que leemos. Las que retenemos en la memoría y dejamos que pasados los años nos continuen arañando y las que recordamos con cariño porque nos hicieron emocionar. Las palabras generan emociones. Algunas agradables y otras desgradables. Tampoco se pueden desechar las segundas, tenemos también que aprender a procesar las emociones negativas, extraer lo bueno que suponen para superarnos, y lanzar a la basura lo que hace que nos corroan por dentro. 

Si nuestras palabras nos hacen daño, debemos borrarlas o encontrar la manera de superar ese dolor y seguir. Si nuestras palabras nos motivan, tengámoslas a mano para recordarlas, para activar nuestra voluntad y mantener el esfuerzo cuando sea duro y estemos cansados. Que nos sirvan del mismo modo en que un poco de luz nos ayudaba a disipar los fantasmas de debajo de la cama cuando éramos niños… Expulsemos a los fantasmas con acciones y con palabras.

Pensar que todo irá bien no hace que vaya bien, pero si nos permite poner el foco en todo lo bueno que nos espera. Nos ayuda a controlar el ánimo y gestionar nuestras emociones, hace que nuestra mente se abra a más posibilidades y sea más creativa. Hace que sepamos ver lo bueno en los demás y que reconozcamos sus aptitudes. Hace que encontremos la forma de darle la vuelta a las situaciones adversar y encontremos belleza en todas partes. 

Pensar en positivo y no actuar no sirve. No hace mucho, decía que casi mejor lamentarse un poco para expiar las penas en voz alta mientras se trabaja. Sin embargo, nuestros pensamientos y las palabras que decidimos usar para hacer nuestro catálogo personal de medidas de urgencia para superarnos marcan nuestra vida. Si creo que soy capaz, me predispongo a serlo. No dejo margen para no serlo. Elijo mirar una parte de mis aptitudes que me permiten serlo. Me siento con fuerzas para ponerme en marcha e intentarlo. Y si me pongo manos a la obra, habré sincronizado todo mi cuerpo para que así sea. Y si fallo, repetiré. Hasta que haga falta. Hasta que tenga ganas. Hasta que tal vez me dé cuenta de que a pesar de que mi objetivo era conseguir llegar a la cima de la montaña, la vida me llevaba al recodo anterior para descubrir algo que nunca hubiera visto si no me hubiese puesto a andar.

Si creo que llegaré a la cima tengo más posibilidades de conseguirlo. Si me defino a mi mismo como una persona válida, tengo más posibilidades de llegar a serlo. Si nos amamos con nuestras palabras, nos daremos cuenta de que merecemos ser amados.

Nuestras palabras pueden liberarnos. Pueden quitarnos las etiquetas que llevamos prendidas y que un día nos pusieron otros y nosotros decidimos cargar a cuestas sin rechistar. Nos las creímos y empezamos a actuar para hacerlas posibles, para satisfacer a otros, para ocupar el espacio que había reservado para nosotros…Aunque a menudo, las etiquetas nos las hemos puesto nosotros mismos y nos hemos limitado con ellas. Las tenemos tan interiorizadas que no las vemos.

Debemos conocernos. Debemos apreciar lo que somos y encontrar lo que nos hace únicos, lo que nos define. Y no temer decirlo en voz alta y sentir cada palabra de elogio que nos dedicamos. Eso no implica estar ciegos a nuestros errores, los errores son regalos. No significa pensar que lo podemos todo. Significa que no nos rendiremos sin intentarlo al máximo. Significa que tal vez hay experiencias que pensábamos tener vetadas y en realidad no lo están. Significa replanteárselo todo y no temer explorar posibilidades que pensábamos que no merecíamos. Significa pensar que merecemos lo que queremos. 

Somos también las palabras con las que calificamos a otros. Si le ponemos a otro un apodo humillante, esa persona siempre cumplirá ese propósito ante nosotros aunque no lo sepa, porque nuestra mente sólo verá esa parte negativa en él. Y no podemos olvidar que a menudo somos las faltas que encontramos en otros, lo que más nos molesta de ellos, forma parte de nuestro ADN también. Si damos desprecio, acabaremos recibiéndolo.

Si no esperas nada bueno de mí, seguramente nunca podré darte nada bueno. Primero porque aunque te lo dé no lo verás ni apreciarás. Segundo porque al ver tu gesto, ya no querré nunca esforzarme en dártelo… ¿A cuántas personas perdemos así? ¿cuántas enseñanzas se nos escapan?

No todo el mundo sube a la cima de la montaña, pero todos podemos llegar a la cima de algo. Sencillamente hay que encontrar qué es ese algo que nos hace distintos, esa chispa que brilla en nosotros y que seguramente puede ser muy útil a los demás.

Hay muchas cimas. Algunas están a medio camino de algo y otras al final de un sendero pantanoso. Algunas están a nuestro lado siempre y no las hemos visto porque las desdeñamos pensando que eran poco importantes o que no éramos dignos de ellas. A veces, se hace camino para darse cuenta de que se debe regresar al punto de partida.

Y en todos los caminos, nos acompañan las palabras. Esas palabras engendran pensamientos que nos guían. Que nos calman cuando nos duele el cuerpo por el esfuerzo u otros pensamientos amargos aparecen con la fatiga. Las palabras que nos susurramos cuando estamos cansados y dudamos de seguir y que forman poco a poco una actitud ante la vida. Todos tenemos las nuestras y vale la pena escogerlas bien y tenerlas presentes.

Recuerdo que una vez dos personas me hablaban de un gran deportista que tiene en su haber muchos títulos internacionales. Uno de ellos me decía que, a pesar de su adecuado físico para el deporte que practicaba, en ese aspecto sus competidores no tenían nada que envidiarle. La otra persona dijo que lo que realmente le convertía en líder de la clasificación no era su físico sino su mente. Aquel deportista se dejaba la piel en los entrenamientos, eso le hacía muy bueno, pero además se mentalizaba cada día para dar lo máximo. Ponía su actitud al servicio de su talento y trabajaba sin parar cuerpo y mente. Se concentraba para no rendirse cuando la situación era adversa y, de hecho, había remontado partidos porque no se dejaba abrumar ni vencer por un marcador negativo. No solamente entrenaba su cuerpo sino también su mente. Sus pensamientos y las palabras de aliento que usaba cuando todos ya aplaudían al adversario por tocar la victoria y él sabía que, a pesar de todo, podía ganar.

Los grandes líderes hacen eso en realidad. Encuentran las palabras exactas para motivar a su equipo. Saben buscar las palabras adecuadas que cada uno necesita para activar en ellos ese interruptor que todos tenemos para ponernos en marcha. Hacen que los que dependen de ellos se sientan impotantes en el equipo, se sientan reconocidos en sus méritos, se sientan necesarios y sepan que cada uno aporta algo distinto e indispensable al trabajo común. Los grandes líderes ayudan a gestionar las emociones colectivas y generan un estado de ánimo propicio para el triunfo. Ayudan a crear un «todo» con distintas partes. A partir de ahí, todos los integrantes del equipo tienen el gran trabajo individual de mantener el esfuerzo y el entusiasmo. 

Somos un todo. Somos las palabras que usamos. Escojamos bien porque los pequeños detalles marcan nuestro camino.

Comunica y seduce

Comunica y seduce

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Para comunicar hay que darle a quién te escucha una parte de ti mismo. Para llegar a las personas y saltar barreras no basta con decir las palabras idóneas y dar una información rigurosa. Para eso están los libros. Cuando comuniques, cuenta una historia. Emociona a tu público y que se note cuánto te emociona a ti lo que dices. Que se vea lo que deja en ti cada palabra. Que sepan que eres humano e imperfecto. Que se den cuenta de que estás implicado hasta las cejas en lo que dices… Sé uno con el mensaje.

Mira a los ojos cuando hables. No te dejes a ninguno. Que sepan que no son una masa informe sino un grupo de personas que te importan una a una. Que se sientan reconocidos y apreciados. Que sepan que son necesarios e imprescindibles. Que recuerden que son únicos…

Si te atreves, pregunta, interpela. Sonríe con la mirada y si lo tienes, usa el sentido del humor con cautela. 

Cuando comuniques no olvides nunca quién eres. Habla desde tus valores y principios. Ofrece tu visión de lo que cuentas y personaliza tu discurso. No des demasiados datos porque aturden. No prescindas de ellos tampoco, que no parezca que no te preparas a conciencia.

Sé coherente y honesto. La sinceridad convence más que nada. Recuerda que la mentira se huele desde lejos. Si mientes o no eres sincero del todo con lo que dices, te delatarán tus ojos o tus manos. Somos nuestras palabras, pero también nuestros gestos y muecas, a veces, descontroladas. Nuestro cuerpo usa un lenguaje paralelo. Si coincide, arrasas. Si difiere, incluso el menos docto de tu audiencia sabrá que mientes y todo habrá terminado. Nunca subestimes a las personas a las que te diriges.

Hazlo fácil. Cuando te hablen, no te concentres en dar una respuesta, escucha sus palabras. Que lo que te dicen sea importante, que se note que te importa.

Guíate por tu intuición, pero antes de dar un paso, piensa si pisas o arañas a otros, si en tu camino dejarás migas de resentimiento o invadirás perímetros que otros no quieren que cruces.

Cuando hables de tú a tú y en distancia corta, que lo que salga de tu boca sea hermoso. Si lo que vas a decir duele, busca una forma amable. Si no puedes callar, no calles. Las palabras acumuladas en el pecho se vuelven rabiosas y se convierten en pirañas. No tragues palabras, si no puedes callarlas, intenta que sean sabias y mejoren el momento.

Si lo que dicen otros te hace daño, disculpa su torpeza, tal vez no sepan más. Si saben más, diles que te duele, intenta que lo sepan y pregunta el por qué de sus términos. Si no les importa… ¿Por qué va a importarte a ti lo que digan? Deja que sigan su camino…

No busques excusas, admite errores y lagunas. Aprende de tus pequeños desastres y atesora los grandes para el gran libro de tu vida. No brindes demasiadas explicaciones si no hacen falta, parecerá que buscas coartadas. Y date cuenta de que no eres el centro del mundo. Aunque eres enorme si quieres y aún puedes ser mejor si te lo propones… 

No te creas ni mejor, ni peor. No te hundas, ni te subas al pedestal. Sé uno con tu público. Busca su registro y el lenguaje adecuado para dirigirte a ellos sin traicionar tus formas. Ponte a su altura, pero siéntete distinto. Sé distinto. Busca qué te hace diferente y no lo escondas. Muéstralo, difúndelo, haz que forme parte de la huella que dejas. Recuerda que tu marca personal está impresa en todas tus acciones y está siempre en constante evolución contigo. No seas un logotipo. No te estanques con cuatro premisas sobre ti mismo y acabes confundiendo un medio con un fin. Supérate siempre…

Si tienes que leer una parte de tu presentación, que el papel te sirva para sujetarte y no para envolverte. Úsalo para dar rigor a tus datos. Que sea sólo un recurso. Que puedas soltarlo y seguir sin inmutarte y que sepan que puedes hacerlo cuando quieras.

Mántente erguido, pero no tenso. Suéltate y respira hondo… Deja que el discurso fluya por todo tu cuerpo. Gestiona tus silencios porque marcan tus prioridades, porque dan calado a tu discurso y mejoran tu oratoria. Siente las palabras y piensa qué dices. Marca tus frases y huye de la monotonía. La fluidez convence y la energía seduce.

Que tu discurso sea corto e intenso. Deja con ganas, no hartes. La seducción depende también de no mostrarlo todo de golpe. Deja que imaginen qué más puedes ofrecer, que te busquen, que te reclamen de nuevo.

Arriesga un poco cada vez. Prepara tu riesgo. Ten claro qué vas a decir y busca un hilo conductor para todos los temas que deseas abordar. La improvisación es necesaria, pero debe tomarse a pequeños sorbos, en un margen controlado… A partir de ahí, sube tu listón cada día. Recuerda que sólo se aprende si te pones a prueba, si te expones al fracaso. Haz que tus fallos sean puntos de apoyo.

Piensa en los grandes. Sé tú mismo, pero recuerda qué hacen y cómo lo hacen aquellos que consiguen lo que tú deseas. Aduéñate de sus conocimientos y reconoce siempre sus méritos y autorías. Copia lo bueno y difúndelo. Una vez hayas aprendido de los mejores; innova, crea, arriesga… Los grandes oradores se saltan muchas normas porque su autenticidad está ya fuera de duda.

Sé tú, siempre. Recuerda que es mejor equivocarse siendo tú mismo que acertar intentando ser otro porque te quedarías sin entender la moraleja.

No tengas miedo, todo pasa… Brilla, brilla todo lo puedas como si cada vez fuera la única…

Y ama ese momento… Disfruta, disfruta mucho. Eso se nota y se contagia. Contagia tu entusiasmo…

Casi poema de amor

Casi poema de amor

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Cúrame del mundo con tus miradas de plata.

Con tus diminutos besos escondidos y tus risas gigantes.

Cúrame de seguir pensando en espiral y dar más vueltas, de caer ante obstáculos absurdos y naufragar en gotas de agua. Sólo contigo, el mundo toma forma…

Apártame de miedos sin sentido y dragones sin fuego, de tediosos días sin verte y de paredes sin ventanas.

Que todas nuestras casas tengan tejados rojos y paredes blancas. Que un camino verde nos conduzca a una montaña muy alta y cubierta de nieve azul…

Que una escalera de tres peldaños llegue a un cielo de nubes blancas…

Cúrame de reuniones eternas y llamadas sin pausa.

Desde que llegaste a mi vida, cuento pecas y acumulo esperanzas. Cúrame de perder tiempo con personas que me gastan el alma… Cúrame de todos los complejos absurdos y todos los intentos de retirada.

Que mi mundo se rija por el tuyo. Que tu sueño sea mi noche y tu despertar mi día. Que sólo exista esta hora con tu abrazo tibio, tu olor dulce y el balanceo de tus pestañas en mi cara.

Que compartamos ilusiones y lágrimas.

Cúrame de hipotecas y balances. De balanzas y venganzas.

Cúrame de trovadores, de caballeros andantes y lánzame al interior de tu mar de preguntas sin respuesta, de tus cajas de secretos y tesoros que brillan… De tus noches esperando la mañana.

Cúrame de cuentos que no sean tus cuentos. De mentiras que no sean tus aventuras inventadas.

Cúrame del viento frío de saberte lejos y buscarte desesperada.

Cúrame a base de princesas y de piratas.

Que tu voz sea la voz que me conduzca al sueño y tus manos sean las manos que acarician mis escamas… Que mude mi piel por tu piel y en mi cara vea tu cara.

Que sea tu consuelo, tu abrigo, tu mar, tu sol, tu refugio y tu calma. Que uses mi abrazo hasta que vueles alto y sepas volver a curar tus alas.

Cúrame de facturas e ironías, de malos entendidos, envidias y amenazas.

Cúrame del mundo que no es tu mundo. A base de tus palabras ingenuas y tus sonrisas sin pauta.

Que mis días sigan tus latidos y tus rezos. Que tus sueños encuentren lecho entre mis palabras.

Búscame si me pierdo y arrástrame con tus manos pequeñas y tus muecas de gata.

Cúrame de juegos que no son tus juegos y de penas inventadas.

Cúrame de los adultos y de sus miserias.

Cúrame de excusas y miradas cansadas.

Que siempre recuerde la suerte de tenerte… Que no se me olvide nunca que el tiempo pasa.

Para ti, mi vida… Este «casi poema de amor».

Palabras

Palabras

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Dame palabras. Di mi nombre en voz alta, para que yo sepa que me recuerdas, para que note que me tienes en tu mente aunque a veces en las esquinas de tus pensamientos no veas mi cara. Dilo en voz baja, cerca de mí, para que mi piel perciba la caricia de tus labios sin tener que salir de la sombra. Dame todas las palabras que pasen por tu cabeza errática y desconcertada, para que lleguen a mí, aunque hieran a veces, aunque arañen… Aunque sean esas palabras que nunca deseo escuchar pero siempre tengo presentes.

Dame palabras y risas. Dame historias que se pierdan en el tiempo y dibuja mi rostro con palabras hermosas. Que me crea que existo. Que me crea que sabes que existo. Que nunca deje de existir si alguien me sueña. Dame palabras de esas que te hacen eterno, que te hacen inmenso, que te hacen inmortal e imperturbable al paso del tiempo. Palabras que me curen las heridas y disuelvan mis miedos más oscuros, que sean el viento que se lleva la niebla en el camino, que sean el sueño que llega esta noche para dejar que mi cansancio encuentre tregua. Dame palabras que recorran mi cuerpo exhausto y aviven mi piel dormida…

Grita, susurra, recita… Dame ironías y borra mis quejas. Que mis miedos sean recuerdo y mis recuerdos se aflojen en mi memoria. Quiero palabras que me hagan sentir que cuento, que mi cuerpo no es un espacio vacío cuando me miras, que mis ojos aún te acompañan…

Dame palabras para seguir buscando, para encontrar y volver al camino si me pierdo.

Palabras para el frío y la escarcha. Para la rutina y el cansancio. Palabras de amor y de fuego. Palabras para salir de la cáscara y encontrar el cielo. Palabras para refugiarme de la lluvia y para derribar el muro que circunda mi voluntad dormida. Palabras para levantarme y decir que no, aunque duela. Palabras para decir que sí, aunque asuste. Dame palabras para sujetarme cuando el vaivén de los días maree mi constancia agotada. Dame palabras para que no caiga cuando el peldaño de escalera que sigue está oscuro…

Dame palabras para saber que tu corazón no está dormido, que ya no es vagabundo… Para que sepa que hay camino, para que no me falte el aliento si me deja tu sombra… Para que sea libre aunque mi autoestima me mantenga atada. Para que sea feliz aunque mi mundo se acabe, aunque no haya mundo…

Dame palabras para mi conciencia, para mi alma encerrada, para mi cuerpo pequeño, para mi espalda dolida y mis ojos tristes que esperan tus… ¡Palabras! Palabras para esta noche larga que no termina. Que recuerde que habrá alba y que también es mía.

Palabras, palabras, palabras… 

Para aprendices de sabio…

Para aprendices de sabio…

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Rodéate de personas más inteligentes que tú. Huye de la mediocridad. Sólo los mediocres se rodean de mediocres… Busca personas a las que admirar, no lo veas como un problema, son una inversión, un reto. 

Cuando hablo de personas más inteligentes que tú, no me refiero sólo a más competentes y eficaces, sino también más sabias. Personas emocionalmente maduras, que saben afrontar retos y situaciones complicadas, que luchan, que sobreviven, que son sencillas pero grandes, que son generosas, que comparten, que tienen miedo pero lo superan. Cuando hablo de inversión, me refiero a una inversión emocional. A curarte de personas tóxicas e impregnarte de personas extraordinarias. Acércate a ellas con ánimo de aprender, con necesidad de superarte. No temas, no te harán sombra si se demuestran más hábiles que tú en algunas facetas, te ayudarán a brillar cuando sea necesario. Todos somos buenos en algo, tenemos que conocer lo que nos mueve y apasiona y hacer que crezca y nos haga crecer. Debemos descubrir nuestro talento y darlo a conocer…

Escucha, sé humilde, intenta aprender y entender. Defiende tus ideas y deseos, aunque sean un poco locos e imposibles, aunque susciten mofa y muchos no los entiendan. Aunque a muchos les parezcan ridículos y ni siquiera tú sepas por dónde empezar. El que sabe lo que quiere al final encuentra la manera de conseguirlo…

Comparte conocimiento. No temas. Puede copiar tus textos, tus ideas, pero no tus experiencias. Compartiendo puedes ayudar a otros, aportas valor y generas una cadena que acaba repercutiendo en ti mismo. Si das recibes, siempre… Dar es tanto o más gratificante que recibir. A veces parece que no te aporta nada, pero no es cierto. Nuca es en balde, siempre tiene recompensa.

Sé tú, siempre. Aunque no guste o genere malas caras. Sé tú y respeta a los demás. Vive y aprende. Siempre en positivo, siempre con una actitud abierta. Siempre puesto y dispuesto para aprender, para escuchar, para sentir. Las oportunidades están en una entrevista de trabajo o en el suelo de la estación de tren. Si andas ensimismado pensando que tu vida es horrible, no las verás. Abre los ojos, siente, vive cada momento. Ten una parte del cerebro en el presente y otra imaginando lo maravilloso que puede ser el futuro, recreando lo que sueñas, imaginando cómo llevarlo a cabo. Vive para hoy, para ahora y piensa que lo que haces hoy dibuja tu futuro. Sé capaz de formarte para saber más y ser mejor y al mismo tiempo no descuides que te de el aire y puedas conversar con otros y compartir historias. Sueña y vive.

No hables mal de otros. No plantes las semillas de un fruto que no comerías gustoso. No alimentes chismes ni engendres conflictos. Las mentiras nos estallan en la cara. Las conspiraciones malgastan energía y tiempo. A menudo, criticamos los demás nuestras propias faltas y errores. Atacamos antes de ser atacados y eso genera otra cadena, en este caso de negativa, que no beneficia a nadie. El dolor que causamos nunca es inocuo y siempre vuelve. El odio siempre pudre al que lo genera. Corta con este mecanismo y sonríe, piensa que nunca sabes lo que sufren otros. Ponte en su lugar, intenta comprender y si no puedes, olvida, perdona. Respira hondo y nota que no te afecta. Saldrás ganando y mucho. Perdonar es un don. La empatía es un regalo.

Ten miedo, pero no dejes que te paralice o te dirija la vida. Los valientes tienen mucho miedo pero lo afrontan, se lo comen a bocados mientras siguen su camino. Lo escuchan, lo aceptan, sacan la moraleja que conlleva y caminan. El miedo nos alerta, nos sirve para saber donde pisamos pero no debe evitar que pongamos un pie delante del otro… La vida es un puñado de maniobras y estrategias que inventamos para superar nuestros temores más arraigados. No somos nuestros miedos, somos el resultado de superarlos.

Da lo mejor de ti. Valórate. No te conformes con menos, mereces mucho, pero no te castigues cuando no llegues. Valora el esfuerzo y no la marca conseguida. Mira de dónde vienes y hasta dónde has llegado. Quiérete y sonríe. Muestra tu inteligencia. Esa inteligencia que te permite saber que a veces ceder es necesario, que se puede ganar y quedar el último, que son más importantes las personas que las ideas, que un paso atrás a veces es un paso adelante… Que los verdaderos guerreros luchan con palabras e ideas sin alzar la voz ni la mano. Usa las palabras con inteligencia, son armas arrojadizas y bálsamos que curan.

Equivócate todo lo que puedas. Admite tus errores y ríete de ellos. Ponlos como ejemplos. Escribe un libro para que otros los conozcan. Vívelos como tesoros, como enseñanzas. Apúntalos en tu currículum para que todos sepan que fuiste capaz de caer y levantarte y reconocer tus limitaciones para superarlos.

Ama lo que te rodea, lo que haces, lo que encuentras. Busca el lado hermoso de cada momento y de cada persona que se te acerca. Ama tus recuerdos amargos como si fueran dulces porque así los transformarás en tesoros. Ama tus errores y tus defectos porque te ayudan a superarte. Ama lo que sueñas como si pudieras tocarlo. Ama lo que eres.

Siéntete libre. En una jaula, en un piso diminuto, sujeto a una hipoteca, bajo el yugo de un dictador. No creas nunca que no mereces lo bueno, que lo tienes vetado, que no es para ti. Tú eliges lo que buscas y escribes tus sueños. Tú marcas tu camino.

Y cuando crezcas y seas sabio, recuerda tus responsabilidades. Las personas inteligentes deben administrar su sabiduría,  compartir lo que saben e impregnar al mundo de conocimiento para hacer que sea mejor. No te confundas, no sólo es sabio el que más sabe o el que más presume, a veces lo es el que más busca, el que más se esfuerza, el que más siente.

Y no olvides que todo esto no te hace mejor que nadie, te hace mejor que tú mismo ayer…